Va a romper la cara

Desde niños hemos escuchado alertas de tipo: "No haga esto, usted se lastimar", o: "No olvide el paraguas, usted se moja". Y tantos otros consejos. Llegamos a saberlos tan bien que somos capaces de oírlos aunque nadie los mencione.

El tiempo pasa y un día allí estamos nosotros, adultos, repitiendo las mismas frases para nuestros hijos. Repetimos consejos y sugerencias para nuestros mejores amigos. Deseamos el bien de aquellos que amamos, tratando de evitar que ellos se lastiman en lo que creemos que puede suceder.

¿Y qué ocurre cuando después de tanta experiencia de vida, nos vemos en una situación en que vamos a romper la cara en la correcta, e incluso conscientes de la decisión equivocada optamos por ella? Si en la infancia erramos por ingenuidad y en la adolescencia por inexperiencia, ¿qué nos inocentará cuando errar en la vida adulta?

¿En quién o en qué podremos echar la culpa por nuestras dudosas elecciones? La verdad es que necesitamos vivir nuestras propias historias, sentir en la piel el dolor de sus consecuencias, para que finalmente podamos entender su fin inminente. Por más que se sepa de los percances de un camino, muchas veces optamos por él como si fuera algo inevitable. No somos capaces de decir no. Y muchas veces nos sentimos avergonzados por eso.

La vida puede venir llena de historias para contarnos y aprender con ellas. Pero nada es más significativo que recorrer el camino por sí mismo, cada uno a su modo, observándose a sí mismo ante lo que para el mundo entero parece ser obvio.¿Quiere un ejemplo?

¿Quién nunca se relacionó con alguien teniendo la certeza de que esa persona no valdría la pena?

¿Quién nunca contó un secreto para alguien que no merecía esa confianza? ¿Quién nunca comió o bebió más allá de la cuenta? ¿Quién nunca realmente se mojó con la lluvia? La vida está ahí para ser vivida. Y vivir significa dolor y placer al mismo tiempo, en un camino que nos es desdoblado día tras día, como el faro de un coche en una carretera por la noche. Sólo podemos ver el paso siguiente, pero nunca lo que vendrá allá adelante.

No tenemos capacidad de ver o saber, así como el faro de un automóvil no alcanza más que unos pocos metros adelante. A pesar de usar nuestra inteligencia y todo conocimiento para evitar cualquier tipo de sufrimiento, parece que hay algo mayor detrás de nosotros mismos que nos hace optar por algunas elecciones, que por más que nos parezcan incorrectas, son las que nos traerá la lección que, aún no conocemos. Ni siquiera sabemos de la necesidad de aprenderlas. Errar no es fácil

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pero es una necesidad de la vida, de la evolución que cada uno de nosotros está destinado a experimentar. Se duele, pero nos trae a continuación el entendimiento de lo obvio a partir de una nueva perspectiva: a partir de nosotros mismos. ¿Quieres romper la cara?¿Necesita la experiencia? Más vale: "Vaya adelante y entienda por sí mismo lo que usted necesita entender" que: "Te dije, no dijiste? "Yo estoy advirtiendo" ...

No hay mal alguno en errar, somos humanos imperfectos, llenos de dudas y debilidades. Volvientes en un día, fuertes en el otro.

Olvidamos la falsa idea de ser adultos a prueba de fallas.

Moriremos fallando y moriremos intentando. El aprendizaje sin fin, que nos es impuesto al nacer, matriculados sin querer en la escuela de la vida. "Romper la cara" nos roba la paz temporalmente, llevándonos enseguida hacia un nuevo entendimiento. Antes de ayer yo rompí la cara. Ayer sentí remordimiento.

Hoy acepté lo que antes decidí vivir y entendí que necesitaba percibir lo obvio de un ángulo muy diferente del resto del mundo: el mío.