Sin lugar a dudas, terminar una relación, ya sea un noviazgo o una boda, es un evento muy estresante.Y no es para menos, porque cada miembro de la pareja invierte mucho en tal relación; no sólo en el lado emocional, sino también en lo social e incluso en el lado económico.Pero hay un factor que marca la diferencia entre el dolor que es natural e inherente a toda ruptura, y el sufrimiento devastador.Este factor no tiene nada que ver con lo que el otro hizo o dejó de hacer; se trata sólo de cuán sólidas están las propias bases de amor, autovalorización, autocuidado y compasión consigo mismo.
Antes del abandono, viene el autoabandono
Creemos que estamos enamorados. Nuestro corazón acelera en la presencia de esa persona especial, aprovechamos su compañía y, además, la química que hay entre la pareja es increíble. Pero, en nombre de ese amor, poco a poco empezamos a dejar de lado nuestras propias necesidades y deseos o, por el contrario, empezamos a controlar al otro para que él se someta a nuestros propios deseos y necesidades. Y aunque parezcan conductas opuestas, en el fondo, la motivación es la misma: querer que el otro llene un vacío de afecto que acabamos creando en nosotros mismos. Esa "danza" de controlar y ser controlada puede sostenerse por algún tiempo y, en algunos casos, por muchos años. Pero, algún día, la esencia misma, la parte sana y auténtica que tenemos en nosotros mismos, acaba luchando para salir.Y entonces, llega el amargo resentimiento o la relación se enfría, deteriorándose hasta el punto en que ocurre lo inevitable ... el término.
Exorciando a los demonios del términoEsta íntima conexión establecida entre dos personas hace que, en cierta forma, quedamos vulnerables y, por eso, muchas veces,durante un término, surgen "demonios" como la inseguridad, el complejo de inferioridad, la dependencia, el deseo de venganza, el odio y el resentimiento.
Paradoxalmente, todo ese infierno abre una gran oportunidad de enfrentar y exorcizar a esos demonios, para poder curar heridas y evolucionar en nuestro crecimiento personal. Todo depende de cómo enfrentamos a estos demonios.
* Ignorarlos: podemos evitar enfrentar nuestro dolor y nuestras heridas no curadas por muchos medios diferentes: nos manteniendo ocupados para no sentir, comiendo, viendo TV, navegando en internet, culpando al otro, sintiendo rabia, refugiándonos en el alcohol, etcétera ¿El resultado?El dolor y las heridas continúan allí, sólo que dormidos, listos para salir en la próxima oportunidad que tengan.
Y, por supuesto, esto es prácticamente una garantía de fracaso en una próxima relación. * Atendiéndolos:por más doloroso y triste que pueda ser al principio, es necesario que nos permitamos sentir nuestras emociones negativas y aceptar que ellas están allí, con compasión y comprensión por nosotros mismos. En ese espacio de amor y aceptación de nuestro "lado oscuro", paradójicamente acabamos iluminándolo, porque empezamos a atender y cuidar de nuestras heridas emocionales.¿El resultado? Al ser capaces de amarnos incondicionalmente, ya no dependeremos emocionalmente de los demás y, al aprender eso, nuestras próximas relaciones tendrán mayores posibilidades de ser más equilibrada y feliz.
En lugar de estar locos buscando explicaciones para el término, debemos concentrarnos en escuchar y atender a los pedidos de nuestro corazón. Esto, naturalmente, nos movilizará a hacer lo correcto para salir del duelo, como asumir actitudes capaces de curar, tales como la gratitud; podemos involucrarnos con actividades para nuestro bienestar personal, como ejercicios físicos, ayuda psicológica o participar en encuentros sobre crecimiento personal. Y aunque el dolor del término todavía esté presente por un tiempo, ella actuará como un fontanero de nuestra curación y de nuestro crecimiento personal, en lugar de hacernos caer en sufrimiento. Créditos de la imagen: Merkushev Vasiliy