Él parte de la idea de queen una guerra es mucho más importante la estrategia que la fuerza o la superioridad numérica. El texto insiste que
la mejor guerra es la que no sucede . El propósito de cualquier guerrero auténtico es evitar que el enfrentamiento ocurra, pues en ese casoambos combatientes pierden . Unos más, otros menos, pero ninguno saldrá ileso. De eso, podemos extraer algunas conclusiones para la vida, porque no siempre una guerra es el enfrentamiento de dos ejércitos, pero también sucede entre personas aparentemente desarmadas, en la vida cotidiana.Evitar el conflicto hasta donde sea posible es una decisión sabia
. El desperdicio de energía emocional en un enfrentamiento es muy alto, y pocas son las veces en que terminan sin heridas a los que se aventuran en alguna de esas batallas domésticas.El libro también enfatiza quees necesario comprender las circunstancias para poder discernir cuando atacar y cuando huir. La fuga se ve como una táctica y no como una rendición
. Si el enemigo te sorprende, si la superioridad es muy acentuada en una situación específica, si no estás preparado para detener el ataque, continuar es absurdo. Estas y otras situaciones similares indican que lo más inteligente es huir. Todo es aplicable en nuestro día a día.Fugir es una opción legítima en muchas oportunidades.
Si como resultado de una evaluación objetiva, la fuga trae menos consecuencias negativas que la confrontación, es entonces la alternativa más razonable. La huida de la imaginación Hasta ay, todo muy bien. El problema es que los seres humanos a veces actúan guiados por motivos que no son muy lógicos, ni muy razonables. En muchas ocasiones usamos la fuga como estrategia, aunque a la luz de la razón no es la mejor opción.
De hecho, a veces huimos sin que exista un peligro concreto. Ni siquiera un enemigo definido
. Son ocasiones en que en realidad huimos sólo de nuestra imaginación. Sucede cuando usted se siente inferior a las exigencias de un conflicto, oa las condiciones que presenta un desafío. Fugir se convierte en la primera opción, sin que se evalúe realmente la situación.
En este caso, huir es si rendirse. No se escapa para reorganizar fuerzas o repensar el escenario. También no se escapa como estrategia para ponerse a salvo de un peligro, sino para evitar las fantasías de una derrota. En realidad, se escapa del miedo.Como si el valor no se hubiera hecho de eso: de miedo.Como huyendo del miedo, en realidad nos colocáramos a salvo del verdadero peligro: nuestras fantasías. Hay una vieja leyenda que describe más o menos la siguiente situación:
Un maestro y su aprendiz llegaron a las puertas de un templo y fueron recibidos por tres perros furiosos que, sin embargo, estaban atados por corrientes. El aprendiz sintió miedo y empezó a actuar de forma desesperada. Esto exaltó aún más a los animales, a punto de romper sus amarras y avanzar sobre los dos hombres. Entonces, el maestro, en vez de huir, hizo lo contrario.Miró fijamente las fieras y comenzó a correr hacia ellas, con plena determinación. Los animales se desconcertaron y terminaron alejándose de él. En realidad, no huían de él, sino de su determinación. El aprendiz entonces se acercó y el maestro le dio la siguiente enseñanza:"La única manera de vencer los miedos es ir a su encuentro".
Los cachorros, obviamente, son una metáfora. Nos hablan de esos miedos imaginarios que desaparecen tan pronto como los enfrentamos. A veces el peligro está solamente en nuestra mente.Estamos atrapados por los fantasmas del miedo.El mal de eso es que cada vez que huimos es como si le diéramos alimento para crecer
. Así, se forma un círculo vicioso que se rompe solamente el día en que por fin decidimos que es momento de ser libres. Sólo entonces tendremos control sobre la opción de escapar o de quedarse, según lo que diga la razón.