Es tan extraño. Hoy miro su cara en las fotos, y parece que ni siquiera conozco. Sólo un matiz de familiaridad, un rasgo del afecto que yo tanto nutri por esa sonrisa arrebatadora. Es duro admitir, pero parece una foto desbotada por el tiempo, por intemperies severas. Hago un esfuerzo para recordar antes de la separación del timbre de su voz, de la manera que usted reía de mis tonterías. De la urgencia pulsante y latente que su cuerpo y su cara adquirían claramente cuando me querían. Me concentro para recordar de nuestros planes sencillos y numerosos, nuestras to-do listas para hacer juntos, la manera con que muchas veces me di cuenta de que me observas.
Esfuerzo para recordar su ternura, de su preocupación, de la manera como sostenía mi mano, como me hacía sentir especial. Lo peor es que el dolor no viene de recordar esas cosas. Pero ver lo que algunos meses ya hicieron con lo que la gente vivió: yo miro a sus fotos y no te reconozco. Exige un esfuerzo para recordar esos momentos que pasamos, que sonríen, que sudamos. Su presencia se está desvaneciendo de mí. Eso es lo que duele. No estaba lista, no estoy lista.
Quisiera apagarme de tanta cosa y tantas personas en estos últimos tiempos, hice una limpieza general en mi vida emocional, y no tuve el coraje de ponerte en ese paquete de veleros para la donación. Pero, queriendo o no, el tiempo es maestro y es implacable. El cerebro humano tiene limitaciones obvias de memoria, he oído que sólo 1 gigabyte. En ese HD no caben los pequeños inmensos detalles de lo que sentía en cada conversación, cada abrazo alargado, en cada toque de la boca que más quise en toda esa vida; no cabe cada terabyte de adrenalina cuando usted (parecía) amarme tan visceral y verdaderamente en esas horas en mi cama ruidosa, prolongadas en infinitas excusas y programaciones enmendadas; ni cabe cada centena de megabytes de sentido que yo veía en la vida cuando la gente parecía tan conectado mental y físicamente, tan hechos para suceder.
Es, pero aún así. Porque ese mismo 1 gigabyte tampoco guardará los detalles de mi angustia; de su inseguridad confusa; de oír de ti, como quien no tenía idea del peso de lo que me hablaba, que quería que yo fuera una mezcla de mí misma con otra persona, para que seas completamente feliz; de cómo lloré en posición fetal por horas, creyendo que había sido arrancado un pedazo de mí, como yo no me acordaba de haber sentido hace mucho, mucho tiempo; de sentirme inmensamente estúpida por haber vivido algo sola (hallando vivir en 2); de haber amargado silencios de tal cobardía; de quedarse literalmente enfermo por su causa, y así ser obligada a cargarlo vívido dentro de mí por más tiempo de lo que yo deseaba.
Yo no estaba lista para nuestra separación
Pero tengo que ayudar al corazón a resetear de una vez esos pequeños fragmentos dispersos del sentimiento sincero que yo alo. Desfragmentar mi alma en pedazos, volver a sentirme una. Tengo que borrar de vez los restos de memoria infinita que la tecnología posibilita, para hacer que esta pantalla empañada de emociones una página nueva en blanco, lista para reprogramar mis sentimientos para nuevos momentos que valga mi energía. Y en aquella última memoria inhumana que faltaba para borrarte de mí, doy hoy, mi último adiós.