Soy una persona fuerte de aquellas que la vida ya ha muerto más de una vez. Sin embargo, me gusta que alguien sostenga mi mano de vez en cuando y me diga que todo va a salir bien. Me gusta que me digan que hay mucho que hacer y poco con lo que se preocupe. Sentir esa necesidad no es una debilidad, sino el coraje de alguien que agradece el apoyo y el consuelo cuando lo necesita.
Antoine de Saint-Exupery dijo con toda razón que el fracaso fortalece a los fuertes. Esto sucede por una razón muy simple: para adquirir una fuerza adecuada y construir las bases del coraje, primero hay que haber caído. Primero se debe sentir en la propia piel la herida de la decepción, del vacío de la pérdida y / o la marca del error.Todo va a salir bien al final y, si no es así ... todavía no ha llegado a su fin.
CompartirDe esta manera, y ya que ese tipo de perfil es un gran entendedor de cómo reparar esas grietas internas, sólo las personas fuertes entienden lo que significa recibir de vez en cuando una palabra de esperanza y una mano amiga que se ofrece para ti arriba. En un mundo que da la espalda, cualquier apoyo es válido.
En un momento de dificultad, hasta lo mejor de los héroes y la más brillante de las heroínas agradece a alguien que dice que todo va a salir bien ... porque si hay una cosa importante en la vida, esa cosa es la fe. Una necesidad secreta: el hambre emocionalYa en 1920, Edward Throndike entendía la inteligencia emocional como una
"habilidad para comprender a las personas ayudándolas a actuar sabiamente en sus relaciones". Y más, él también decía que si existiera una dimensión que suele caracterizar al ser humano, esa dimensión sería el "hambre emocional".
Todos necesitamos a veces más apoyo de lo que recibimos, más consideración de lo que nos conceden, más reconocimiento y hasta - ¿por qué no? - de un afecto más presente, más tangible. Sin embargo, si hay una cosa que la mayoría de los libros de autoayuda nos recomienda es aprender a "en la autosuficiencia". Es decir, debemos poner en práctica estrategias adecuadas para desarrollar un buen amor propio, una autoestima resistente y una personalidad fuerte con la que salir bien en cualquier dificultad. Si es verdad que todo esto es positivo y hasta recomendable, hay un aspecto que conviene tener bien claro. La persona que invierte en el propio crecimiento personal y en sus fuerzas psicológicas no debe caer en la trampa de practicar una "autosuficiencia" tan agresiva, en la que ya no necesita ninguna persona. Porque a veces quien no necesita nada tampoco ofrece nada, y casi sin darse cuenta acaba practicando un verdadero materialismo emocional. El secreto está en el equilibrio y en entender que una persona fuerte no es alguien inmune al sufrimiento, ni insensible, ni carente de sentimientos. Los fuertes son aquellos que un día se permitió ser débiles y que, en su interior, continúan sufriendo con el rastro de la dificultad. Por lo tanto, esas personas, más que nadie, deberían no sólo dar apoyo, sino también permitir recibir esos afagos emocionales con los que saciar su hambre, con los que continuar cuidando de sus silenciosas heridas. Compartir Todo va bien, confía en mí
Todos necesitamos que en algún momento de nuestra vida alguien sostenga nuestras manos y nos diga que todo va a salir bien. Hay momentos en que la confianza en sí mismo no basta, en que una buena autoestima no garantiza el éxito, la solución o el final feliz.
Hay momentos puntuales en que nada es tan catártico como dividir el peso, disminuir la fuerza de los miedos y los gusanos de la preocupación. Se sabe, por ejemplo, que aquellos médicos que sostienen en las manos de sus pacientes y transmiten mensajes positivos, reconfortantes y esperanzados logran disminuir el miedo y la ansiedad de los enfermos. Al mismo tiempo, pocos calmantes son tan reconfortantes como aquel padre o aquella madre capaz de desvanecer las preocupaciones de sus hijos, invitándolos a creer que todo va a salir bien.
Hay veces, y eso sucede con todo el mundo, en que el cerebro se desenvuelve y aparecen las oscuridades mentales. Porquelos pensamientos negativos tienen la mala costumbre de ser resistentes
, de ser como el estaño que instaura el negativismo con el sufrimiento, la incertidumbre con el caos.
Cuando esto sucede, cuando los caballeros del miedo cabalgan libres, no siempre conseguimos solos aplicar una perspectiva racional con la cual entender que una derrota no es una catástrofe o que una decepción no es el fin del mundo. En estos momentos, una mano amiga, una mente limpia y un corazón dispuesto pueden hacer milagros.
Porque no todos los caminos para la curación pueden ser recorridos en soledad, porque aunque hayamos aprendido a ser autosuficientes, nadie está libre de pasar por momentos oscuros, falibles y de debilidades.
Cuando alguien nos dice que todo va bien, ayuda. Cuando alguien nos recuerda que en la vida todo viene y pasa, alivia. Cuando alguien sostiene nuestra mano y nos promete que va a estar con nosotros suceda lo que pase, nos transmite tranquilidad y mucha calma. Debemos aprender, entonces, a aceptar ayuda, a ser humildes ya permitirnos recibir lo que los demás nos dan por voluntad propia. Seamos, principalmente, capaces de ofrecer también a los demás lo mejor de nosotros mismos para crear entornos más receptivos, más fuertes y más sanos desde un punto de vista emocional.