Decir adiós de una vez por todas al victimismo es la clave para conseguir una vida apasionante y feliz. A nadie le gusta ser víctima, pero la verdad es que colocarse en esta posición de forma ficticia ofrece ciertas ventajas a las que a veces es difícil renunciar. Por ejemplo, parece que es una posición que legitima el pedido por cuidados y atención, cuando de otra forma no podrían ser reclamados.
A veces la vida es dura y difícil, tanto para nosotros mismos y para el resto del mundo. Todos en algún punto del camino sufriremos adversidades. Algunas más duras, otras más ligeras, pero es cierto que los obstáculos también forman parte de este regalo que es vivir. Lo más importante es tener en cuenta que, como dijo el gran Buda, el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.
CompartirEs decir, no tenemos la capacidad de escoger lo que va a suceder en la vida, como máximo podemos tomar decisiones más o menos acertadas, pero nada nos garantiza escapar del dolor. Ahora, siempre podremos elegir de qué forma preferimos enfrentar los problemas.
Estar atado al papel de víctima Todos ya conocemos a alguna persona que siempre se queja de todo
, asumiendo un papel de persona perjudicada o herida, que suele culpar al mundo oa los demás pero que poco hace para salir de ese pozo oscuro en el cual está supuestamente sumergida.
¿Suena familiar?Son personas presas al mecanismo de la victimización , es decir, a la tendencia de pensar que son miserables, que son el objetivo predilecto del azar y que los demás son malos con ellas y quieren perjudicarlas, cuando la realidad dice otra cosa diferente. Pueden estar creyendo en ello de verdad a causa de una distorsión perceptiva, o puede ser simplemente un ejercicio de simulación.
La persona anclada a la victimización no puede salir de ese baque por el que está pasando, y aún se hunde cada vez más en él.Compartir
Las personas a su alrededor buscan ayudarla en vano, lo que no hace más que reforzar su actitud pesimista.Al final de cuentas todos acaban sufriendo, aunque la que sufre principalmente es la propia persona victimista porque en el fondo pocas veces deja de sentirse mal consigo misma. Ella suele contar con una autoestima baja y piensa que sólo colocándose en el papel de víctima merecer el cariño y la atención.
¿Cómo reconocer a una persona que se hace de víctima? Ella quiere que los demás reconozcan su sufrimiento
Cuando su círculo busca ayudarla, se siente atacada de modo que busca reforzar su estado, es decir, que le den palabras y frases como "coito", "que mal la vida te trata "o" eres un azar, que azar tienes ". Si alguien intenta alentarla para que tome las riendas de su vida y busque soluciones, se ofende y piensa que la persona no quiere entenderla, ni colocarse en su lugar.
Intenta culpar a los demás ya la vida. Anteriormente comentamos que, aunque es verdad que la vida trae muchos baques, también hay personas que se deprimen fácilmente y otras con adversidades mucho mayores que se mantienen de pie y siguen viviendo normalmente.
Culpar a los demás y el mundo no sirve de nada, esta actitud sólo mantiene el problema o nos reafirma como víctimas sin recursos. Las personas victimistas no buscan soluciones para resolver su adversidad, sino que se quejan de lo injusta que la vida es y de cómo son azarados hasta el agotamiento propio y de los demás.
Manipulan emocionalmente a los demás
Es una estrategia muy usada por estas personas, ya que por medio de la táctica de provocar sentimientos de tristeza en los demás es más fácil conseguir ciertos privilegios.
Algunas frases que vienen a la mente con respecto a este punto, pueden ser: "He creado usted desde pequeño y ahora usted va a vivir junto con su novia y me dejará sola", "Si usted toma buenas notas, mamá se va a curar". De esta forma, la persona se siente responsable del estado emocional del otro y hará todo lo posible para complacerlo, aunque tenga que violar sus propios derechos y necesidades.
¿Qué hacer con estas personas?
Simplemente no entrar en tu juego.
Si nos arrestamos a los chantajes y lamentos de los que ejercen el papel de víctima, estaremos reforzando esa conducta y no estaremos ayudando, sino perjudicándolos. El problema es que hacer esto es muy difícil porque nuestra cultura nos enseña desde pequeños que hay que sentir compasión por los que sufren y ayudar al otro, aunque nuestros propios intereses queden relegados a un segundo plano. Cuando se trata de un familiar la cosa complica aún más ... ¿Quién no ayudaría a su madre que afirma que está mal, deprimida, triste, aunque ella no haga nada para salir de eso?
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Cualquier persona se rendirá a sus quejas y la acoger, pero ciertamente esa no es la solución, porque estaría reforzando que ella no es capaz de salir de eso y que la solución es quejarse y no hacer nada. Es difícil, pero si sabemos identificar correctamente una actitud victima, vamos a procurar no ceder y ayudar a no reforzar su actitud. Podemos decir que estamos allí para buscar una solución al problema, pero no el que traen, sino el que vemos. Para hacer lo posible para salir de esa posición, pero no para oír quejas ni para contagiarnos de negativismo. Si no es así, la persona víctima no ganará conciencia de que sus estrategias no tienen efecto y que debería pensar en cambiar de actitud.