Mucho se ha hablado sobre la "generación de los ni". De una juventud que ni estudia, ni trabaja, ni tiene ganas de hacerlo. De una generación que no se preocupa por el futuro porque se deleita con un presente plácido que considera eterno. De jóvenes que dejaron las universidades porque en la obra en adelante necesitaban personal y pagaban bien, sin considerar que la obra en la que trabajarían podía acabar. Se ha hablado de que esta generación se chocó contra las murallas que construían y contra la crisis de la que, sin saberlo, eran mano de obra, como Eva cuando mordió la manzana. Entonces, las puertas abiertas al mercado profesional se cerraron repentinamente y los jóvenes volvieron a las universidades, casi por inercia e independientemente de su vocación.
Daba en la misma si querían o no continuar estudiando, fuera y sin experiencia el mercado profesional ya no quería su carne. Una carne por la que pagaban precio de oro antes. Compartir Una generación con pocas oportunidades
En parte es así que terminamos con la generación mejor preparada de la historia y, aunque parezca una paradoja, también con la que presenta mayor fracaso escolar.También contamos con una generación de jóvenes que ha aceptado con una entera sorpresa las dificultades y los requisitos que las empresas piden para pasar a formar parte de su modelo. Entonces, acabamos con panaderos que saben cinco idiomas y programar en C ++ o con repositores que tienen un doctorado en física cuántica.
También tenemos los nuevos aprendices, ahora llamados pasantes, que son la garantía de supervivencia de muchas empresas.
Personas cualificadas, motivadas y muy baratas, que en muchos casos traen subsidios y prestigio a las empresas con las que colaboran. No podemos decir que trabajan como "adultos", porque si no tendríamos que denunciarlas, ¿verdad? Obviamente, existen excepciones. Hablar en general siempre es injusto con ellas. Sin embargo, sería bueno si hubiera más excepciones en forma de empresas que ofrecieran una formación seria, especializada, remunerada de forma justa y con ofertas de trabajo una vez que esa formación hubiera concluido. Quien hubiera tenido más empresas que entendieran que los pasantes con los que cuentan son el futuro e invierten en ellos con la inspiración y la fuerza que emana de adoptar ese punto de vista como propio. Mentiran para nosotros y nos dijeron que si fuésemos buenos y nos esforzáramos estudiando, un mundo de grandes posibilidades se abriría para nosotros. Usted cree en eso y luego percibe que no es así, que las oportunidades son para el amigo de quien contrata. En este sentido, quien pasó mucho tiempo en la calle haciendo amigos salió adelante. Compartir
Una esperanza para esta generación Creo que esta generación de jóvenes merece buenas oportunidades. Merece porque ha aceptado las reglas del juego con las que hay que encontrar un porvenir. Porque, en general, es consciente de que las oportunidades son pocas y estuvo dispuesta a encontrarlas. Porque no jugó la culpa en las generaciones anteriores por disminuir su esperanza o por juzgarlas con dureza y muchas veces con incomprensión.
Hablamos de un grupo de jóvenes preparados, pero principalmente de un grupo de jóvenes con mucha voluntad, y que no duda en ir allí donde se abre un pequeño espacio de luz. Un trabajo por la mañana, otro de tarde, una maestría mientras tanto y el alemán para las horas vagas. Hablamos, sin duda, de la generación que contó con más medios tecnológicos, a la que vendieron una idea de estabilidad para, por ejemplo, formar una familia, que es muy difícil de conseguir. Por eso, esta generación de jóvenes puede tener muchos defectos, pero no que no trabajan o que no buscan oportunidades. No es que no estén dispuestos a sacrificar su tiempo, sus amistades o incluso sus relaciones amorosas para ir a vivir a otra ciudad donde hay un espacio para ellos. Los tiempos pasados tal vez hayan sido mejores en muchos aspectos, pero quedarnos allí es ver sólo una parte de la realidad que no tiene razón al presente que todos tenemos que vivir.