La fugacidad del tiempo nos preocupa a medida que envejecemos, pues parece que todo a nuestro alrededor comienza a transcurrir mucho más rápido. ¿Por qué cuando somos más jóvenes esto no sucede? Con siete o diez años el tiempo parecía eterno, pero ahora, con más de veinte años, no para correr y no podemos detenerlo.
Recuerdo que cuando era niño tardaba una eternidad para llegar a la Navidad o mi cumpleaños.Compartir
Este es, sin duda, un efecto psicológico que todos acaban de entender. El tiempo no pasa más rápido, lo que cambia es nuestra percepción sobre el tiempo. La rutina nos impide disfrutar al máximo cada día y nuestras memorias necesitan retroceder cada vez más en el pasado, que se vuelve cada vez más distante. Todo esto influye en nuestra percepción sobre la transitoriedad del tiempo.
La huida del tiempo es una cuestión de percepción
El tiempo pasa de la misma forma para todas las personas, pero la percepción del tiempo es diferente.
Normalmente, a partir de los veinte años, la gente empieza a percibir que el tiempo pasa más rápido que en los años anteriores. Esto es porque usted es mucho más consciente y le da mucha importancia a él. Ahora, incluso sin mirar el reloj, usted sabe más o menos en qué hora estamos.
Hay muchas personas que son capaces de aprovechar cada día y divertirse como cuando eran más jóvenes; para ellos, el avance del tiempo no es un estrés constante. Piense que la percepción es muy importante, es la clave para todo eso. ¿Podemos hacer algo para evitar la sensación de que no podemos parar el tiempo?
No sé si usted ya se dio cuenta de que cuando está cansado o no tiene nada que hacer, el tiempo pasa muy lentamente. En su lugar, cuando usted está inmerso en una rutina llena de reuniones, obligaciones, proyectos de trabajo y entregas, parece que el día necesita unas horas más.
Crecimos, adquirimos responsabilidades, pero no nos olvidamos del tiempo.Compartir todo depende de lo que usted necesita hacer, de sus obligaciones, de su rutina rigurosa.
Cuando dejamos la rutina y salimos de vacaciones, no nos quedamos "de ojo en el reloj" como cuando estamos trabajando. La edad también influye en la percepción del tiempo; para los más viejos el tiempo parece pasar más rápidamente. Nuestra memoria y el tiempo
Además de la rutina y de nuestra carga horaria de trabajo, hay otra situación que puede explicar por qué la vida pasa más rápido cuanto más viejos quedamos. Es una cuestión de memoria:
los mayores guardan menos recuerdos de los últimos años . Cuanto menos edad tengamos, más recuerdos recientes guardamos.Los pocos recuerdos que permanecen en nuestra memoria provocan ese efecto extraño de fugacidad que nos hace creer que el tiempo está pasando a la velocidad de la luz. Pero si usted "mira hacia atrás", percibirá que no pasó tanto tiempo como usted se imaginó.
Imagine que usted ha pasado por un rompimiento amoroso desde hace un año. En el fondo de tu corazón crees que pasó poco tiempo, pero cuando contabiliza el tiempo, percibe que ya hace un año!
Su percepción le hizo creer que el tiempo era menor que el real. Esto ocurre porque sus memorias de ese período son pocas y muchas de ellas fueron borradas. En los primeros años de vida, en la infancia y adolescencia, todo sucede más lentamente. Nuestras memorias de las últimas horas son mucho más vivas e intensas. Pero nuestra memoria es limitada, ya lo largo de los años sólo guardamos los recuerdos más importantes.
La huida del tiempo es sinónimo de desperdiciar esas horas que pasan delante de ti como si nada tuviera sentido.
CompartirLos primeros años de la escuela secundaria, y después en la universidad o lugar de trabajo, marcan nuestras vidas
. Estamos en un aprendizaje continuo, surgen las primeras historias de amor, conocemos a muchas personas, experimentamos, viajamos. Los cambios ocurren rápidamente y tenemos plena conciencia de lo que está sucediendo, al contrario de lo que sucede en la infancia.Aunque el tiempo pase rápidamente o lentamente, la mejor cosa que podemos hacer es aprovecharlo.
Es necesario tener en mente que nuestro tiempo es el mejor regalo que podemos dar a los demás, porque es limitado, pero de una forma u otra, nos pertenece.