Hay dos niñas que viven dentro de nosotros. Ojaria decir que nos hacen compañía del nacimiento a la muerte. Extremadamente competitivas, ellas disputan palmo a palmo nuestro cotidiano. Dependiendo de la fase de la vida, oímos una, otra. Una se llama Razón. La otra, Emoción.
El conflicto entre la razón y la emoción
Ellas son como el aceite y el agua, no afectan a mezclarse. Todo lo que hacemos - del pequeño gesto a la gran decisión - es influenciado por una de ellas. O incluso por las dos.
De manera poética acostumbra a albergarlas en dos lugares del cuerpo. La emoción en el corazón. La razón en el cerebro. Pero ellas, con voluntad propia, muchas veces cambian de lugar. Sentimos una marea cuando la razón invade el corazón y la emoción toma el cerebro.
Pensé en las dos niñas en el último Siete de Septiembre. Llamé la TV y vi a los soldaditos marchando, la formación de los blindados, los garbosos Dragones de la Independencia en Brasilia.
Siempre me pregunté por qué el Siete de Septiembre tiene los militares como protagonistas de la fiesta. ¿Por qué no vemos tríos eléctricos, bumba-mi-buey, bloques carnavalescos, hip-hop? En suma, nunca asistimos al pueblo en el centro de la conmemoración. De ahí, la razón me dice que este tipo de Siete de septiembre militarizado y altamente controlado está agotado. Nunca tuvo sentido y ahora mucho menos. Se trata también de un ritual que transpira verticalidad y autoritarismo.
Pero siempre que conecte la TV en el Día de la Independencia siento una emoción. Me gusta mirar. Viene un recuerdo de la niñez remota
. Yo de la mano con mi padre, en el centro de Río de Janeiro, apreciando el desfile militar.Recuerdo la marcha de los soldados, de la escuadra del humo, de los tanques. Recuerdo de los patios, los brasileños que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo principalmente de la mano firme de mi padre sosteniendo la mía - entonces tan pequeña.
Una vez más me quedo entre las niñas. Sin saber derecho a qué encanto cedré. ¿El de la razón que predica el final del desfile militar? ¿O el de la emoción que no desea su desaparición? Sin embargo, sé que será siempre así dentro de nosotros: una lucha dañada entre el sentir y pensar.