Los seres humanos aprenden que no pueden hacer nada ante ciertas situaciones, y por eso no actúan con la pretensión de cambiarlas. Esta impotencia ante lo que sucede puede tener varios puntos de partida o agentes que contribuyen a mantenerla, como el miedo, la falta de compromiso o la baja autoestima. El concepto de impotencia aprendida en la psicología está asociado principalmente a un nombre, el de Martin Seligman. Este popular psicólogo e investigador realizó varias experiencias con animales, en los que daba descargas eléctricas desagradables.
A veces les daba la posibilidad de evitarlas accionando otra palanca, y otras veces eran independientes de lo que hicieran. Pues bien, los animales que aprendieron que no había conexión entre la palanca y las descargas dejaron de actuar.
La impotencia conduce a la desesperación. Continuando con la experiencia de Seligman, podemos afirmar que las alteraciones de los hábitos de los animales están relacionadas con la falta de percepción de contingencia entre sus actitudes y el resultado. Para estos animales, el daño se había vuelto incontrolable, y por lo que se acostumbraron a sufrirlo.
Esta misma investigación fue hecha con seres humanos para verificar si ocurría algo similar.
La pérdida de control sobre el ambiente o la expectativa de descontrol aparecen cuando la persona realizó varias acciones para salir de una situación y no lo logró.
La persona sufre un desgaste y llega un momento en el que las fuerzas se agotan y ella se dice a sí misma "si tiene que ser, será". Sin embargo, esto no termina ahí. Este sentimiento de abandono suele ocurrir en otras situaciones, ya que la percepción de control queda muy alterada. El pensamiento es claro: si no puedo cambiar nada, ¿para qué actuar?
Si llegamos a la conclusión de que el problema está en nuestro propio interior, automáticamente la autoestima disminuye. Pero si la situación es el resultado de un factor externo, perdimos el control y quedamos deprimidos. Ahora, la depresión es un factor emocional que se desarrolla solamente cuando el descontrol se refiere a algo que anhelamos o deseamos mucho. Una teoría complementaria a la establecida inicialmente por Seligman apunta que el estado depresivo se debe a la falta de esperanza de mejorar o cambiar esa situación específica. Si tenemos una expectativa negativa sobre ese acontecimiento importante, y además no hay nada que se pueda hacer al respecto, perdemos las esperanzas. Entonces,
se vuelve muy difícil poder modificar esa sensación. Y eso provoca mucho dolor.
La impotencia aprendida en el día a día Más allá de hablar de teorías o conceptos de la psicología, es bueno saber cuáles son las posibilidades de pasar por este problema para poder solucionarlo. La impotencia aprendida es un proceso mental y emocional que nos lleva a actuar de determinada forma basada en los estímulos o experiencias pasadas.
Ella suele estar muy presente en aquellas personas que fueron creadas bajo un régimen muy autoritario, con castigos frecuentes y pocas recompensas. Cuando somos reprendidos constantemente e independientemente de lo que hacemos, dejamos de responder. Esto también ocurre cuando estas recompensas existen, pero son independientes de lo que hacemos. Por eso la importancia de los premios y del momento de ofrecerlos cuando estamos educando a alguien. "¿Para qué voy a intentar mejorar mis notas si mi padre va a pelear conmigo de la misma manera?" Puede ser un ejemplo claro de este problema que comienza en la infancia y se mantiene en la etapa adulta.
¿Qué sucede cuando las circunstancias cambian y estamos ante alguien que no golpea, castiga o reprende? Si la impotencia ya está demasiado instaurada en la mente, será muy difícil actuar de otra forma
que no sea la aprendida. Para una acción, existe siempre una reacción. La buena noticia es que cambiar este hábito puede llevar tiempo, pero no es imposible.
La impotencia a la flor de la piel
Tener un jefe que hace la vida imposible, ser molestado todos los días en la escuela, tener una suegra o un padre muy autoritario son algunas de las situaciones frecuentes en las cuales la persona puede desarrollar o reforzar su impotencia aprendida . El hecho de no defenderse ante las injusticias, de las golpes o de las palabras no significa ser débil o tímido, sino no poder o no saber cómo enfrentarlas. Si desde pequeña la persona fue mal tratada en casa o en la escuela o si estuvo bajo actos de violencia física o psíquica, es más probable que no se defienda , que esté deprimida y sin esperanzas. Pero esto no ocurre sólo en casa o en el ámbito académico y durante la infancia: también está presente en el mundo profesional y en el personal, como por ejemplo, en la pareja.
Es muy común que alguien impotente diga "esta es la suerte que he sacado y no importa lo que haga, porque nada cambiará". De esta forma,
la persona deja de luchar por los derechos, la integridad y el orgullo
. Pensar que no tenemos la posibilidad de mejorar una situación y que somos vulnerables sin remedio nos transforma en seres pasivos y conformistas.Si usted siente que tiene una cierta predisposición a tener esta impotencia aprendida, lo mejor es consultar a un especialista.
Poco a poco y trabajando aspectos como la autoestima o la resiliencia, usted podrá educar nuevamente su pensamiento para resistir y encontrar soluciones para aquellas situaciones más complejas o que demandan mucha paciencia.