Hay personas que no son pobres por la forma en que viven, sino por la forma en que piensan

Soy de esas personas raras que piensan que la riqueza no se alcanza con ningún bien material. Rico es quien invierte en el respeto, quien practica la bondad sin mirar a quien. Los millonarios son los que cuentan con el respeto y el cariño de sus amigos y familiares, porque la verdadera abundancia no está en el dinero, sino en la felicidad.

Hay personas que, definitivamente, no son pobres por la forma en que viven, sino por la forma en que piensan.Todos conocemos a alguna persona que pasa por la vida con la cabeza bien erguida, exhibiendo el brillo exaltado de su posición mientras atiende al mundo con la pátina de la soberbia. En sus corazones no existe empatía, en sus mentes no existe humildad ni cercanía, y lo más probable es que ellas tampoco sepan lo que realmente es felicidad. "La pobreza no viene de la disminución de las riquezas, sino de la multiplicación de los deseos."

-Platón- Los pensamientos, valores y actitudes son los que forman nuestra verdadera piel, la que es vista desde el exterior y que nos identifica en el tratamiento todos los días. Quien entiende de respeto destaca y consolida grandes vínculos, pero quien cultiva una mente inflexible y rencorosa cosecha desconfianza.

Hay personas pobres muy ricas de corazón y ricos muy pobres de afectos (y viceversa). Vivimos, sin duda, en un mundo complejo y muchas veces caótico donde estamos obligados a cohabitar. De ahí sacamos una conclusión:

valdría la pena invertir más esfuerzos en ese mundo interior tan carente de nutrientespara conseguir un escenario más respetuoso donde podemos crecer en armonía.Proponemos que usted reflexione sobre eso.

Las victorias alcanzadas desde el corazón nos hacen ricos

En los últimos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, hubo una escena que dio la vuelta al mundo y conmovió a todos nosotros. Abbey D'Agostino, atleta de Estados Unidos, y Nikki Hamblin, en Nueva Zelanda, chocaron el mundo durante un momento de la final de 5.000 metros. La norteamericana, como se supo después, rompió el menisco y el ligamento cruzado.

Después del accidente, la atleta de Nueva Zelanda podría haber simplemente recorrido la distancia que falta para terminar la prueba, pero no lo hizo. Ella se detuvo y decidió ayudar a su adversaria, Abbey D'Agostino. Al final, las dos atletas recorrieron los pocos metros que faltaban hasta el final en lágrimas, dolor y mucha emoción.Fue un acto altruista lleno de deportividad, bondad y una grandeza que emocionó a la mayoría de los telespectadores.

Aquello mereció, sin duda, una medalla de oro. Sin embargo, todavía hubo quien llegó a decir que la atleta de Nueva Zelanda no tendría que haber parado. Que debería haber recuperado el tiempo perdido.Es abrumador pensar que existen mentes que no son capaces de tener empatía con este tipo de acto.

La magia del bien no es sólo un valor abstracto. Es un acto instintivo que habita nuestro cerebro con una finalidad muy concreta: garantizar la supervivencia de nuestra especie. La escena de Nikki Hamblin ayudando a la atleta Abbey D'Agostino demuestra cómo un acto de bondad consigue hacer que dos personas lleguen a la meta de su vida. No una, pero ambas. Así, además de esas estrategias evolucionistas donde sólo el más fuerte sobrevive, hay muchos más actos que se basan en la empatía y la colaboración en lugar de la depredación.Ser pobre de mente y de corazón es desperdiciar la vida

Además de lo que pueda parecer,la persona pobre de mente y de corazón no es tan abundante como pensamos.La especie sobrevive, lo más fuerte puede ser, a veces, el más noble, y el mal no siempre triunfa. La mayor parte de nosotros sigue siendo reaccionarios ante las injusticias, ante los egoísmos y las violaciones. Todo eso nos demuestra por qué actos como el de esos atletas llegan a todo el mundo con tanta fuerza.

"El pobre carece de muchas cosas, pero el avaricioso carece de todo."

-Publilio Siro-Es como si esas escenas desintoxicaran nuestros corazones para hacernos ver que la bondad, efectivamente, continúa triunfando, y más aún: nos contagia: Sin embargo, es importante decir que el pobre de mente y de corazón no siempre actúa con maldad.Lo que sucede, de hecho, es que hay una falta de receptividad y empatía. Son corazones incapaces de ver más allá del elegante ático de su solitario mundo de egoísmos. Es algo que tenemos que asumir. No los podemos cambiar, ni los convencer, mucho menos pelear con ellos.

Se trata de "ser y dejar ser". Porque quien es pobre de mente, valores y afectos desperdicia su vida. Es como un elemento extraño que al final, en el epílogo de su vida, descubre la propia soledad. Envolado en el velo de la amargura, llega a la sutil conclusión de que el mundo está contra él. De que nadie valora lo que es y lo que él hizo.

Aunque, en cierto modo, sea exactamente eso, la bondad siempre vence la indiferencia y la deja de lado. Tal vez, y de cierta forma, seamos como esas bandas fascinantes de estorninos que avanzan en la vida como en una coreografía, sincronizados, como diría Carl Jung.Sabemos que hacer el bien es necesario para nuestra especiey, por eso, seguimos emocionando ante un acto de altruismo, respeto y amor.

Continuamos creyendo en la nobleza del ser humano.