Pensar que sus creencias y sus valores lo definen es algo bueno si sus actos van por el mismo camino. Pero, en ciertas ocasiones, sus palabras y actos toman direcciones diferentes, y todo esto acaba quedando sólo en las buenas intenciones. Nosotros somos lo que hacemos, y no lo que decimos. Piense en eso. No adelanta nada se jacta por el hecho de ser una buena persona, si después no ayudo a los demás. No importa lo inteligente que alguien afirma ser, si después no hace nada creativo.
Asegurarse de lo que creemos ser es muy fácil, lo difícil es hacer realidad. La pregunta indispensable es: ¿por qué lo hacemos? ¿Cuál es el motivo detrás de lo que afirmamos, pero no lo demostramos? "Lo que usted hace tiene mucho más valor que lo que usted dice que hará".
CompartirSomos lo que hacemos, nuestras acciones nos definen
Por más que expresemos buenas intenciones, lo que hablará más alto será lo que hacemos.
Nuestras acciones siempre pesar más que las palabras. Pero el hecho de creer en lo contrario dice mucho sobre la manera en que nos relacionamos con los demás, como nos revelamos y manipulamos la realidad. Un ejemplo de esto puede ser observado en las relaciones conyugales alimentadas de promesas que muchas veces quedan sólo en palabras. Jurar de pie junto que jamás abandonará a esa persona que tanto ama, afirmar que ella es la única o que siempre estará a su lado en los momentos más difíciles ... todo eso, a pesar de ser muy bonito, puede no ocurrir en un determinado momento. Hay variables que no podemos controlar.
Siempre existe la posibilidad de encontrar a alguien de quien te guste más y luego acabe abandonando a ese compañero. Puede ser que termine traicionándolo con otra persona o tal vez en los momentos más difíciles no sea capaz de lidiar con la presión y opte por la fuga. Así, ese compañero quedará decepcionado y ni siquiera te reconocerá porque creyó en todo lo que dijiste que harías. "No importa lo que digas ni cómo te justifica, eres lo que hace. Su comportamiento habla por usted, lo delata y apunta ".
-Walter Riso-
De alguna forma, la persona dio a las palabras un gran poder. El poder de mantener a alguien a su lado o manipular la realidad y afirmar lo que no es. Pero en la hora de la verdad, las palabras pueden no servir para nada y lo que vale son los actos que ella realiza y que definen realmente quién es.
Buenas intenciones que camuflan grandes miedos
El peor peligro de la afirmación de verdades tan categóricas sobre nosotros mismos consiste en que, a pesar de que desaparecen en determinado momento, podemos acabar creyendo en ellas. Por otro lado, en vez de confirmarlas con acciones, nos quedamos allí, quietos, como si eso fuera una zona de confort. Básicamente, esto puede ocurrir porque a veces las buenas intenciones están cargadas de miedos profundos. No podemos olvidar que quien afirma su superioridad de la boca hacia fuera está tratando de camuflar inseguridades y miedos que ni él mismo quiere ver. Es natural.
Encarar nuestros miedos frente a frente es aterrador.
Lo fácil es girar la espalda y fingir que no están allí. Pero con el tiempo, eso se va transformando en una carga cada vez más pesada. Esto no nos permite vivir de forma tranquila, positiva y coherente, porque no habrá una consistencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. De ese modo, será imposible poder encontrar y sentir el tan ansiado equilibrio vital. "La felicidad sucede cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía".
-Gandhi- Por lo tanto, no somos mejores por creer que nuestra forma de pensar es la ideal, ni porque afirmamos ser mejores y nada más. Nuestros actos pueden contrarrestar las palabras y transformarnos en mentirosos. No olvidemos que nada nos define mejor que nuestras acciones.
Puede ser que la "x" de la cuestión sea hacer más y hablar menos, o al menos cumplir lo que decimos ...