Ojo a mi alrededor y veo personas sin sueños, sin esperanza, atrapadas en situaciones que no las dejan felices, que las agota ... Parece que nos rendimos, que no nos reconocemos en lo que somos, no sabemos lo que podemos hacernos, porque ni pensamos en esta posibilidad. Son personas sin entusiasmo, sin proyectos y sin el coraje de reconocer que todavía tienen el poder de definir su futuro. Se definen por sus estudios, por su trabajo, su estado civil o su condición personal, pero no por sus talentos o valores. Ellas hablan sobre lo que recibieron, pero no sobre los proyectos que realizaron. Ellas abandonaron todo lo que un día las hizo soñar con una vida convencional en que, en cada momento, se hace lo que se debe hacer. ¿Por qué hay tantas personas que dejan la vida tomar el timón, justificándose en el mismo pensamiento al que se resignaron: que todo ya está establecido o escrito? ¿Cómo abandonan sus sueños sin hacer un esfuerzo para cambiar y mirar más allá del horizonte?
Hay un largo camino por recorrer El momento actual es lo que es, no podemos librarnos de eso.
La situación en que nos encontramos es el resultado de nuestras decisiones y experiencias; en suma, de diferentes conjunciones.
Tal vez no sea lo que esperábamos, lo que creemos que mereceríamos o lo que pensábamos que debería ser, pero estamos allí. El contraste entre quienes éramos en el pasado y quienes somos ahora nos da pistas sobre nuestra evolución.
El presente puede ser nuestro mejor amigo o el más afilado de los enemigos,
las rejas que nos sostienen o el trampolín que nos impulsa a avanzar para alcanzar nuestros sueños. Todo depende de cómo vemos la situación. Porque, aunque no podemos predecir el futuro o prever los obstáculos que enfrentamos o las personas que vamos a encontrar, podemos decidir sobre la actitud que queremos adoptar en la cara de lo que viene. Conocer a nosotros mismos, saber cómo estamos ahora y elegir cómo queremos concentrar nuestra vida para enfocar nuestro camino es posible e importante. De lo contrario, sólo seremos un títere de las circunstancias. La cuestión es abrazar nuestro carácter, aceptar nuestras deficiencias, admitir nuestras limitaciones y creer que podemos continuar. De esta forma, vamos a abrir espacio para el crecimiento personal y librarnos de ese sentimiento de estancamiento que muchas veces nos superpone.
Una limitación no define lo que somos o lo que podemos hacer Somos mucho más que nuestras fallas, limitaciones y errores. Ellos no son aquellos que nos impiden hacer algo y tampoco nos definen. En vez de eso, son un punto de partida del que dar ese giro inesperado, repensar la forma de superar la situación o crecer gracias al desafío planteado.
No son nuestros errores y limitaciones que definen nuestro potencial, sino nuestra capacidad de adaptación a las diferentes circunstancias elegidas e impuestas. Al final del día, no necesitamos dirigir nuestras vidas, sino nosotros mismos. Así, siempre controlaremos y asumiremos la responsabilidad por la cosa más importante: nuestras decisiones. De esta forma, lo que podemos hacernos depende del compromiso que adquirimos con nosotros mismos y de la valentía para desafiar nuestro presente y lo que "debe" ser. Nuestro lugar en el mundo no está definido porque tenemos el poder de elegir donde queremos estar y lo que podemos hacer. La cuestión es: ¿queremos participar y ser los protagonistas o preferimos ver la vida pasar? Preferimos la situación cómoda de las víctimas, queremos ser de aquellos que miran o de aquellos que lo hacen?
Dejar ir es importante para avanzar Ahora, avanzar es fundamental para aprender a soltar todo lo que nos hace esclavos, sean personas, sentimientos, objetos o actos ... Superando nuestros lazos de apegos tóxicos para liberarnos.
Muchas veces quedamos atrapados en lo que "podría haber sido y no fue", lamentando nuestras fallas, tanto materiales como personales, atrapadas por nuestras expectativas sin poder buscar remedio. ¡Cuántas veces nos tomamos tratando de controlar lo incontrolable!
Aunque el futuro sea imprevisible y esté lleno de esa incertidumbre que asusta unos y otros apasionados, también tiene algún poder para influenciarnos y hacernos cambiar, aunque no más que nuestras acciones y decisiones. La cuestión es abrir esta posibilidad.
Es por eso que necesitamos aprender a dejar ir. Necesitamos aprender a actuar aunque no seamos los únicos que determinamos el resultado final. Necesitamos perdonar, soltar el resentimiento y la rabia.
Vamos a aprender a aceptar quiénes somos, porque de otro modo, el crecimiento y la evolución, por nuestra propia iniciativa, serán imposibles. Este, y ningún otro, es el primer paso para recuperar el timón.