Muchos niños están creciendo en el mundo sin la presencia de un padre. Los índices de abandono siguen siendo muy elevados. Para algunos, esto se debe a problemas sociales como el desempleo y la pobreza. Para otros, el factor más importante es la cultura: en algunos entornos el abandono del padre llega a ser visto como una cosa relativamente normal.
Parece haber una fuerte relación entre las gestaciones no planificadas, principalmente en adolescentes, y el abandono del padre. Esto, sumado a patrones machistas de conducta, hacen que muchos hombres no evalúen como negativo el hecho de abandonar un hijo.
"Campo abandonado, fuego proclamado". Si bien es cierto que un ser humano puede crecer y evolucionar sin tener un padre comprometido a su lado, también es verdad que quien cuenta con él tiene muchas y mejores oportunidades en la vida. Y también hay los
casos en que la ausencia paterna se transforma en un lastre que deteriora significativamente la existencia.
¿Por qué necesitamos un padre y una madre? El psicoanálisis dice que el amor materno es voraz y totalizante. La madre ejerce una influencia total sobre la vida de su bebé.
Ella es todo. Incide en lo grande y lo pequeño, en lo trivial y lo importante. Ella es el entorno, el universo donde la vida de un niño sucede. La dependencia es absoluta al principio de la vida.
El fuerte lazo que existe entre una madre y su hijo suele prolongarse a lo largo del tiempo. El niño sabe que depende de ella para todo y se rinde a su lógica. El suyo es un amor básicamente incondicional y eso otorga seguridad al pequeño. Algunos cuentan con la suerte de tener también un padre. Por último, existe un mundo más allá de la madre. El padre es un universo sobre el cual la madre no tiene total control.
Es el otro margen de la realidad. Un tercero que entra para equilibrar esa relación de absoluta dependencia. Representa el límite para esta simbiosis entre madre e hijo. Simbolicamente es la ley. Y también es el suelo a partir del cual aprendemos que el mundo no se adaptará a nosotros mismos, muy al contrario.
Las diferentes formas de abandono Así como existen muchas formas de acompañar a un niño, también existen diferentes formas de abandonarla. El padre ausente, al principio, es aquel que deja a la madre física y psicológicamente sola en la creación de su hijo.
Se desconecta de la contribución financiera, de las tareas domésticas, y no le interesa lo que le sucede al niño.
Existen también los que abandonan emocionalmente, pero no físicamente. Sienten que los niños son un problema de la madre. Están allí, pero no creen tener ninguna responsabilidad en la crianza de los niños. No hablan con ellas, no pasan tiempo con ellas, no tienen idea de cómo anda su vida. Se limitan a pagar las cuentas ya dar una u otra orden, de vez en cuando según le conviene. No tienen interacción con los pequeños. También hay quienes no abandonan emocionalmente, pero físicamente. Formaron otra familia o están lejos. Sin embargo, buscan estar al tanto de lo que sucede con sus hijos. Nunca pueden dedicarles tanto tiempo como les gustaría, pero ellos están en su mente y en su corazón. Las diferentes secuelas del abandonoCada modalidad de abandono genera consecuencias propias.
En el caso del padre completamente ausente, las secuelas van desde graves hasta muy graves. Si la figura paterna es sustituida, siempre parcialmente por alguien, el efecto será menor. Si sólo queda un vacío, los ecos de esa ausencia probablemente serán casi devastadores.
No contando con un tercero en la relación madre-hijo, será muy difícil para el niño hacerse independiente. Probablemente tendrá dificultades para explorar, para ampliar sus horizontes y confiar en sus capacidades.
Cargará la sensación de haber sido excluido, de tener una privación afectiva.
No resuelve a la madre ser "padre y madre al mismo tiempo". Aunque ella quiera, su presencia nunca sustituirá a la de ese tercero que siempre hará falta. Para los niños abandonados por el padre es muy difícil adaptarse al mundo ya la realidad.
Es probable que también desarrollen miedo de los vínculos afectivos profundos. Y pueden convertirse, ellos mismos también, "abandonadores". En el caso de las mujeres, desconfiarán de los hombres, o confiarán demasiado, siempre para repetir el abandono que quieren superar. Cuando el abandono es parcial, las consecuencias son menos evidentes.
Aparecen los mismos trazos, pero mezclados y hasta cierto punto diluidos. De cualquier forma, la ausencia del padre abre una herida emocional profunda, especialmente en los primeros años de vida. Su vacío nunca se llenará y, en su lugar, la marca de su falta será muy difícil de borrar.