Indisciplina. Gran dilema y gran problema. Algunas veces no nos damos cuenta de esa actitud, hasta cuando ya es demasiado tarde, cuando las reacciones de nuestros hijos ya no nos causan más la sonrisa, sino una falta de preocupación o irritación.Uno no, una mañana, una reacción que desafía a nuestra autoridad oa la de los educadores. ¿Cómo resolver estos problemas? ¿O, más aún, qué provoca estos comportamientos en los niños?Vamos a ver a continuación.
Detrás de la indisciplina
Los educadores y profesionales en materia educativa nos advierte: detrás de un niño indisciplinado hay, efectivamente, un modelo educativo incorrecto. Tenemos que tenerlo claro a medida que los niños crecen y van buscando nuestros límites, y quieren disponer de su propia autonomía, sin comprender aún las reglas de la sociedad.Pueden ser exigentes y autoritarios, incapaces de lidiar con la frustración, demandantes continuos de atención, objetos, y derechos.
Son niños que no han sido controlados y que no han tenido límites establecidos. La indisciplina es, en esencia, una falta de control y de orientación por parte de los que tienen la responsabilidad de educar. Es verdad que cada niño es único, que dispone de una personalidad propia y de un carácter que, con certeza, no es igual al carácter del hermano, por ejemplo. Sin embargo, es tarea de todos nosotros, como padres, madres, abuelos, profesores o psicólogos, enmarcar cada comportamiento a tales límites, donde tenemos que aprender a vivir en sociedad, respetándose unos a otros en armonía. Si un niño no ve los límites, no dejará de encontrar más y más frustración, porque jamás verá sus necesidades y deseos cumplidos. No sabrá respetar a los demás, ni siquiera a sí misma.
En algunas ocasiones, podemos ver a muchos padres y muchas madres ligeramente despreocupados con lo que es importante para el niño.Son modelos educativos muy permisivos; a veces, incluso, poco afectivos, nerviosos, incoherentes en sus normas ...
dimensiones que, poco a poco, van modelando a esos niños indisciplinados que todos conocemos y vimos alguna vez.Educación consciente y disciplinadaPara educar a los niños, es necesario asumir una serie de ideas básicas:
- Tenemos que asumir nuestra autoridad.
Cuidado: autoridad no tiene nada que ver con levantar la voz, gritar, aplicar normas inflexibles o castigos severos. Disponer de autoridad significa que, como padres, tenemos la responsabilidad -y la obligación- de educar a las personas que vivir en sociedad. Personas que comprenden las normas, que aprenden a ser independientes, a asumir responsabilidades ya respetar a los demás. Nuestras órdenes deben ser coherentes y lógicas.
Aprender a poner límites.Ellos son esenciales a la hora de educar. Los niños deben saber lo que está bien y lo que no está, lo que se espera de ella en cada situación y lo que pueden hacer y lo que no pueden. Si esos límites son coherentes y se mantienen, los niños serán capaces de asumirlos a lo largo de la vida y crecer entendiendo las normas. Si no saben dónde están los límites, educar a jóvenes con poca resistencia a la frustración, personas esencialmente infelices e insatisfechas.
- Educación democrática.Es básica. Toda regla debe ser negociada, explicando también cuál es la finalidad. Usted necesita mostrar cercanía y comprensión con los niños, para que sepan que siempre serán escuchados, que sus palabras tienen importancia y que nuestras reglas tienen como finalidad dar instrucciones para enseñarles que la sociedad en que viven también está formada por reglas. Es necesario dar ejemplos, establecer una comunicación abierta, donde no haya chantajes ni doble sentido.
Debemos ir con cuidado.Los niños indisciplinados son, a veces, el reflejo de una educación errónea, permisiva y poco interesada. Como padres, como educadores, entendemos que tener hijos es una gran responsabilidad.
Debemos esforzarnos y servir de modelo, como orientadores en una sociedad en la que debemos aprender a ser feliz. Y, para ser feliz, debemos respetar, valorar, escuchar, ceder, asumir, emprender ... todo eso nos es enseñado por la disciplina. Imagen cortesía de Nicoletta CeccoliVam