Todos hemos encontrado alguna vez en la vida a algunas personas que no quieren ser ayudadas. El más común es que ellas correspondan a uno de estos dos casos: son personas que están dispuestas a ayudar a todos, pero tienen dificultad en aceptar ayuda; o son personas que tienen un problema serio y, sin embargo, no aceptan la ayuda de nadie. En ambos casos, la situación es muy frustrante para los demás. Quien se encuentre con esas personas no puede entender por qué no se dejan ayudar, aunque lo necesiten. Esta situación puede volverse irritante y ser interpretada como negligencia o falta de voluntad para resolver los problemas.
"El mayor espectáculo es ver a un hombre trabajador luchando contra la adversidad; pero hay otro aún mayor: ver a otro hombre ayudarle ". - Oliver Goldsmith -
La verdad es que casi nunca es así. Los motivos por los cuales algunas personas no se permiten recibir ayuda implican un problema más profundo.
Aunque sufren y necesiten a los demás, tienen mucha dificultad para apoyarse en alguien.
Puede ser algún bloqueo inconsciente o simplemente porque tienen dificultades para reconocer que necesitan cambiar. Aquellos que ayudan a todos, pero no quieren ser ayudados Es muy común que aquellas personas que ayudan a todos tengan problemas para pedir o aceptar la ayuda de los demás.
Son personas que han construido una identidad en la que es válido dar, pero no recibir.
Ellas creen que deben atender a las necesidades del otro, mientras ignoran sus propios problemas. De una forma u otra, no se permiten ser ayudadas por los demás porque creen que, de esa forma, estarían traicionando su "misión" en la vida, siendo incoherentes con la imagen y la persona que quieren construir. También pueden sentir que aceptar la ayuda de los demás es una molestia. En otras palabras, genera un gran problema y causa mucha vergüenza. Hay también el caso de aquellas personas que no quieren ser ayudadas porque creen que aceptar una ayuda genera una deuda que el otro puede cobrar cuando y como quiera.
No entienden que, para los demás, puede ser una satisfacción ayudar y que eso no genera ningún tipo de obligación. Es por eso que, muchas veces, es necesario hacerla ver con cariño que no es así.
Necesita ayuda, pero no acepta El segundo caso ocurre con aquellas personas que no se permiten ser ayudadas, aunque estén pasando por situaciones muy difíciles. Todos perciben que necesitan ayuda, pero si alguien intenta ayudarles, es rechazado
. El ejemplo más típico es de aquella persona que tiene un vicio. Lo común es que se nieguen, a veces con rabia, a aceptar que alguien les "dé una mano" para salir de la situación en que se encuentran.
En estos casos, normalmente la persona no admite que tiene un problema. De esta forma, no cree que necesita ayuda. Parte de su problema es precisamente la negación de él. Esto sucede con los adictos, pero también con las personas que están sumergidas en depresión, ansiedad, o cualquier otro trastorno, y no son conscientes de ello.Curiosamente, en estos casos, el propio síntoma es una respuesta adaptativa que la persona construyó para soportar su vida.
Es "adaptable" en el sentido de que le permite interpretar su realidad de forma que sea posible seguir adelante. Por ejemplo, alguien deprimido construye la fantasía de que está triste porque es más sensible que otras personas, y no como resultado de una enfermedad. Sin embargo, esta fantasía permite que explique su manera de vivir y continúe de esa forma, incluso con mucho sufrimiento. ¿Cómo ayudar a las personas que no quieren ser ayudadas? En el primer caso, de aquellos que ayudan a todos, pero no se dejan ayudar, es aconsejable aclarar la situación.
Demuestre con cariño que su interés en ayudarlos nace de un aprecio verdadero y que poder ayudarles es una fuente de satisfacción, no un sacrificio o un gran esfuerzo. En el segundo caso, es decir, aquellos que no se dejan ayudar incluso cuando lo necesitan, la situación es un poco más compleja. Es necesario tener más paciencia y tacto. Estar siempre cerca, mostrar interés e intentar aceptar a la persona como ella es puede ser un camino
para que ella "baje la guardia" y nos deje participar de su vida. Lo más importante es no ceder a la tentación de presionarla todo el tiempo para intentar cambiarla. A veces la preocupación con el otro toma esa forma y nuestra intervención, cargada con todas las buenas intenciones del mundo, acaba perjudicando a la otra persona.
Es necesario respetar el ritmo de cada persona. La mayoría de las veces necesitan tiempo para entender que necesitan ayuda. En los casos más graves, es aconsejable consultar a un profesional para saber cómo ayudar a las personas que no quieren ser ayudadas y cómo hacerlo de manera eficiente.