Dar una mano, luchar lado a lado ... son algunas expresiones que sintetizan esa capacidad del ser humano de salir de sí mismo para ayudar a los demás. Esta conducta, denominada altruismo, que conmueve por el esfuerzo moral que implica, se ha convertido en un bien escaso en estos tiempos donde el materialismo y el egoísmo tienen un protagonismo importante.
Sin embargo, quién no experimentó esta energía reconfortante que se siente cuando nuestro apoyo alivia la carga de otra persona? Recientemente, la ciencia ha descubierto la base neurológica de esta agradable experiencia.Sucede que cuando ayudamos a alguien desinteresadamente, se activa una parte del cerebro que está vinculada a la sensación de placer. Ahora bien, la palabra "desinteresadamente" es la clave en esta frase. Veamos por qué.
No todo lo que brilla es oro
Desde cualquier punto de vista, el altruismo es deseable. Desde la perspectiva biológica, la cooperación entre los individuos garantiza la preservación de la especie. Psicológicamente hablando, dar y recibir apoyo alivia el estrés, fortalece la autoestima y los lazos afectivos y fomenta la superación personal, desde el punto de vista ético-espiritual, el altruismo es un valor que nos edifica y nos conecta con lo trascendente.
Sí, todo eso es cierto, pero ... es siempre bueno ayudar? A primera vista parece que sí, pero dada la complejidad que nos caracteriza como seres humanos, la respuesta no es tan simple como imaginamos.
Las motivaciones detrás de la conducta de ayuda son las que hacen la diferencia.Estas pueden ser muchas, algunas más loables que otras. En primer lugar, está la genuina compasión, que surge al ver a alguien que está angustiado, pasando por un momento difícil, y decidimos ofrecer nuestra ayuda desinteresada, sin esperar nada a cambio, sólo deseando el bien del otro. En este caso, no hay un "interés oculto", pero no siempre es así.
A veces, sorprendentemente, la gente nos ayuda a alimentar su ego, ávido de recibir reconocimiento social y admiración; Otras, porque a cambio de ayudar obtienen un beneficio, como una promoción en su carrera; y algunas, porque así refuerzan el sentimiento de superioridad en el cual son viciadas o porque no confían en la habilidad del otro para resolver los problemas por sí mismo.Ayudar también puede ser una forma de controlar a nuestros semejantes, consciente o inconscientemente, haciéndolos dependientes del apoyo que reciben. Igualmente, el falso altruismo puede ser fríamente calculado para engañar y manipular a los demás, en forma de trampa. Cuidado para no ayudar tanto a punto de estorbar
Curiosamente, a veces la ayuda que se da con buenas intenciones tiene exactamente el efecto contrario, y en vez de facilitar la vida del otro, lo que ocurre es una interferencia en su curso natural. De esta forma, en algunas situaciones, la ayuda puede disminuir la iniciativa del otro, como es el caso de los padres superprotectores, que al intentar evitar los problemas y sufrimientos de los hijos, hacen por ellos lo que ellos podrían hacer por sí mismos. Sin embargo, pronto o temprano, tendrán que afrontar solos las dificultades y desafíos de la vida para los que no se preparan, pues, irónicamente, recibieron demasiada ayuda.
Cuando sentimos el deseo de ayudar, es importante seguir nuestra intuición, pero no por eso debemos dejar de reflexionar sobre nuestras verdaderas motivaciones. ¿Qué busco con esto? ¿Admiración, control, sentirme importante? ¿Estoy dando el pescado o estoy enseñando a pescar? ¿Consigo alguna ventaja que ayuda? ¿O mi única motivación es realmente ayudar y hacer el otro feliz? El altruismo es un hermoso gesto que, en su estado puro, definitivamente puede hacer del mundo un lugar maravilloso; sin embargo, no debemos olvidar que un mal momento para practicar o una mala motivación pueden, incluso, causar daño a otros . Sin embargo, cuando surge la duda entre ayudar o no ayudar, vale la pena poner nuestro corazón a prueba y no dejar que intenciones engañosas ofusquen su belleza original.