Como la pareja que se apasiona y después maltrata y aniquila la autoestima, como los padres que niegan amor a sus hijos, como el terrorista que arrebata vidas inocentes o el político capaz de iniciar una guerra sin sentido. Todos sabemos que las palabras son importantes, que crean etiquetas y asignaciones que no siempre son totalmente verdaderas. El término "monstruo", por ejemplo, tiene en su origen una connotación ficticia y literaria que no nos impide usarlo en nuestro día a día para describir todos los actos que, ante nuestros ojos, escapan de la lógica y representan la el mal. "Quien lucha con monstruos necesita tener cuidado para no convertirse en un monstruo también". - Nietzsche -
Sin embargo, podemos decir que no hay base científica en este concepto, no hay libros didácticos legales con un capítulo sobre "Cómo entrevistar a una persona malvada o un monstruo", ni siquiera los manuales de diagnóstico nos ofrecen un protocolo para identificar ellos. Sin embargo ... vamos a admitir, es casi imposible dejar de usar esta palabra para describir toda esta gama de comportamientos que atacan directamente nuestro concepto original de "humanidad". Los expertos en psicología criminal dicen que la primera vez que el término "monstruo" se utilizó en el área policial para describir a una persona fue en 1790, en Londres. Las autoridades buscaban un asesino fuera de lo común, alguien perverso e inconcebible que sembraba el pánico en ciertos barrios de Londres por casi dos años: Jack, el Destripador.
Los monstruos de la vida real, personas desprovistas de humanidad
La palabra "monstruo" todavía mantiene sus implicaciones originales, aquellas en las que lo sobrenatural está conjugado con el mal para herirnos, para traernos la fatalidad. Así,
cada vez que designamos a alguien con este término, lo que realmente hacemos es despojándolo de todos los atributos humanos
, de toda esencia "natural".
Si al principio dijimos que esta palabra no es más que un simple rótulo sin ningún sustrato científico detrás, se puede decir que los expertos en definir perfiles criminales cayeron en ese error en algún momento de la historia. Un ejemplo de ello fue lo que ocurrió en los años 70, en Estados Unidos, con Ted Bundy.
Dentro del universo criminal, Ted es el asesino en serie más implacable de la historia. En los interrogatorios, él sugirió que habría matado a 100 mujeres. Una cantidad a la que las autoridades dieron crédito, por su carácter cruel, aunque sólo encontraron los cuerpos de 36 de sus víctimas. Bundy aparentaba ser un hombre brillante y admirable. Era bachiller en Derecho y Psicología, aspirante a político y colaborador constante en actividades comunitarias; era el reflejo de un ganador, alguien que tendría un futuro de éxito. Sin embargo, después de la desaparición de decenas de estudiantes universitarios, se descubrió que el nombre de Ted Bundy estaba detrás de esos y muchos otros actos difíciles de imaginar: asesinatos brutales que dejaron a las propias autoridades sin palabras. Las autoridades lo llamaron "monstruo" no sólo por las atrocidades cometidas, sino por la complejidad de los resultados en las diferentes pruebas psicológicas que le fueron administradas.Concluyeron que Bundy no era psicópata o adicto a drogas, ni alcohólico, no presentaba ningún daño cerebral y no sufría de ninguna enfermedad psiquiátrica. Ted Bundy simplemente le gustaba hacer el mal.
Hay otro lugar donde los monstruos viven: en nuestra mente
Sabemos que en nuestro mundo, en nuestra realidad más cercana, los monstruos de la vida real se esconden en medio de la multitud, en el ruido de las masas de una ciudad conocida o desconocida, en una calle cualquiera. Sin embargo, los monstruos capaces de perjudicarnos no sólo habitan nuestros alrededores; de hecho, ocupan un gran espacio de nuestra propia mente.
A veces, el miedo, nuestras emociones y pensamientos pueden controlarnos hasta el punto de cerrarnos en un lugar muy oscuro donde nos sentimos perdidos, sofocados y encarcelados por nuestros propios demonios. Algunos escritores lograron representar perfectamente ese viaje donde una persona se encuentra con sus propios monstruos para conocerlos y apropiarse de ellos, para volver a la superficie libre de esas corrientes.Dante lo hizo con Virgilio en la "Divina Comedia", Lewis Carroll con Alice y Maurice Sendak con Max en "Donde viven los monstruos". Este último libro es un pequeño deleite de la literatura infantil. Su historia nos invita a hacer muchas reflexiones independientemente de nuestra edad, de nuestras experiencias anteriores.
Todos nosotros en algún momento de la vida podremos ser víctimas de esas garras internas , donde nuestros propios monstruos nos arrastran hacia un lugar extraño. "Cuando Max vistió su disfraz de lobo, sintió un deseo irresistible de hacer travesuras, y entonces su madre lo llamó: '¡Monstruo!' Y Max respondió: 'YO VUELDO COMER'! " -" Donde viven los monstruos ", Maurice Sendak -
Esta pequeña obra nos permite hacer un viaje por las manos de un niño. Esta aventura nos recuerda que, a veces, necesitamos visitar ese reino salvaje e imaginario donde viven nuestras criaturas más extrañas y surrealistas.
Lejos de anclar en ellas, tenemos que evitarlas. Si, pero no sin antes desabafar nuestros gritos, jugar sin reglas, enfurecerse, reír, llorar ...
Vamos a dejar nuestras marcas en el país de los monstruos y nuestras coronas oxidadas para subir de nuevo, sintiendo libres por haber superado la oscuridad, purificados y, por encima de todo, satisfechos por retornar con más fuerza a nuestra vida real. Porque sí, porque los monstruos que nos contaron desde los niños existen.
Sin embargo, sabemos que no siempre podemos controlar a los monstruos de la vida real que se camuflan en nuestro día a día. Entonces, necesitamos estar atentos para ser capaces, por encima de todo, de asustar a aquellos que ocasionalmente aparecen en nuestras mentes.