En una sociedad que humilla, los gentiles todavía encuentran sus caminos

No bastaran los bullyings de la infancia y las dificultades de ser aceptados en la fase adolescente, con el tiempo percibimos que durante toda la vida iremos a encontrar personas y situaciones con alto potencial y deseo de humillarnos. No importa en qué edad estemos, estaremos siempre sujetos a pasar por ese tipo desagradable de situación. Desgraciadamente forma parte de la sociedad en que vivimos.

La dureza con que algunas personas fueron tratadas en sus propias vidas se perpetúan en ellas mismas si ellas no trabajan emocionalmente los traumas y la frialdad sufridos en determinadas experiencias. Tenemos que mirarlas con compasión, para que nosotros mismos no nos permitimos ser blanco de sus humillaciones. Sólo así se rompe la corriente.

Ser humillado nunca es bueno, pero aún así podemos aprender algunas lecciones.

¿Quién humilla?

¿Y por qué? ¿Qué está detrás de la historia de esta persona para que se siente bien actuando de esta manera? Cuando logramos analizar la situación de esta manera, salimos de la experiencia con mucho más que una desagradable sensación, pero con lecciones sobre cómo el ser humano recrea a través de sí mismo lo que él vivenció. Y prestar atención a este hecho es lo que nos permite hacer y ser diferentes.

En mi experiencia como extranjera, por ejemplo, percibí que podía ser humillada por no pertenecer a una raza, aunque cargara en mí la misma ancestralidad. Una vez, en una entrevista de trabajo, un hombre inglés me dijo que no me contrataría porque mi inglés tenía un acento alemán y viceversa. Pero el tono y la expresión con que me dio esta información dejaban claro su voluntad de mostrarse superior. Y por más increíble que a mí parezca, ya hubo quien intentó disminuirme por el hecho de ser escritora. o por no tener un poder adquisitivo más deseable.

Entendí que todo lo que somos o lo que tenemos puede ser argumento de humillación en el entendimiento de otras personas si se sienten dispuestas a ello. Aunque sea un punto positivo, una calidad o un talento, lo que sobresale para un determinado tipo de persona es el deseo de mostrarse superior y la actitud de intentar disminuir el otro. Por más hermoso que alguien sea, esta misma persona podrá ser humillada por su apariencia. O por más conocimiento que se tenga, alguien puede ser disminuido por un único detalle que no ha demostrado conocer a fondo. Alguien que tiene dinero puede llegar a ser humillado por no tener clase, y así sucesivamente.

Lo que quiero decir es que no importa cuánto se tenga o lo que sea,quien quiera humillar siempre encontrará sus medios para ello. Y vivimos en una sociedad donde este comportamiento y deseo es compaginado por un gran número de personas.

Lo que cambia es la forma en que se reacciona en los momentos de humillación. Entender que el problema no es realmente mío y sí del otro. Existe una gran diferencia entre una crítica constructiva y una humillación. Quien quiere enseñar algo también sabrá la forma de conducir esta enseñanza. Ya lo que pretende mostrar superioridad mostrará en los ojos, en la voz y en la cara sus intenciones negativas, aunque con naturalidad.

No hay como huir o escapar de momentos de humillación durante toda una vida , pero a partir del momento en que entendemos quienes somos de verdad, nuestros defectos y cualidades, pasamos a comprender también hasta qué punto el otro nos puede afectar con sus opiniones destructiva.El humilde del otro se transforma en una lección extrema de tolerancia, paciencia y fuerza, cuando no nos dejamos alcanzar y menos aún rehaciamos. Permitimos a nosotros mismos crecer ante algo malo, y no damos continuidad a lo que duele.

Comprendo esto, mi silencio se vuelve la gentileza que el humillador no tuvo. Es muy posible que nunca reconozca el hecho, pero la vida nos devuelve lo que generamos.Y no reaccionar a algo malo

es generar algo bueno para sí mismo en primer lugar.

Y después para toda una sociedad, que de gentileza tanto necesita.