Nunca he sido fan de rompecabezas. Por supuesto, muchos son soberbios. Ejemplos: los que retratan el Puente de los Suspiros de Venecia, el Taj Mahal de la India. O incluso aquellos con reproducciones de pinturas impresionistas con paisajes de sueños. También reconozco la extrema paciencia y habilidad de los que se dedican a juntar pecera por pecada. Pero
quien practica rompecabezas sabe que todas las partes vinieron en la caja. Es cuestión de separarlas y ajustarlas. Ya los puzzles de la vida real son mucho más complicados
, pues vienen con piezas que faltan.En realidad, se asemejan más a vajillas rotas. ¿Alguna vez has experimentado pegar los pedazos de una taza? Una vez quebradas, astilladas por el suelo de la cocina, las locuras son irregulares, imperfectas. Hay también la necesidad del cuidado para no sangrar los dedos. Pero usted insiste
. Recoge fragmentos debajo de la cocina, de la nevera, del armario. Ponga todo sobre la mesa y empieza a montar el rompecabezas.
Hace esto por amor. Después de todo, aquella taza - ahora en pedazos - tiene un significado especial.Porque ella hace décadas de compañía, ora porque fue un regalo de persona querida, ya que le costó caro comprarla. O incluso por ninguna justificación. Simplemente quieres resucitar esa taza.
Desea que vuelva al aparador. Reivindica el derecho de tomar su café en ella. Entonces usted toma el teléfono. Manda un WhatsApp contando mentira cualquiera para desprenderse del compromiso de la tarde. Porque lo único que interesa en el mundo es pegar esa taza. Usted lo hace. Después de una o dos horas, surge una nueva taza. Mirando hacia ella,usted constata que es diferente.
El ala se quedó medio torcida, los labios ásperos. Su equilibrio, manco. A diferencia del rompecabezas de fábrica, la unión es imperfecta.
Porque al romperse, alguna materia se perdió para siempre. Una cierta chiquila puede haber escapado por el desagüe del piso de la cocina. Irrecuperable ahora. Oyendo bien, hasta el tintín de la cuchara en la nueva vajilla suena distinto. ¿Es otra taza? No, es la misma. Sólo que más madura. Pasó por la experiencia de la caída y de la consiguiente quiebra. Usted nunca más será la misma persona.
Aprendió a reunir y pegar los cajones.
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