Las emociones tienen voz, hablan con nosotros y nos dicen cómo nos sentimos. Las emociones nos muestran lo que necesitamos en cada momento. ¿Qué pasa si no les escuchamos si las ignoramos? Sólo podremos apagar sus voces, pero no sus necesidades.
Vivimos rodeados por la prisa, intentando ir más rápido y para otra cosa, escuchando "no se preocupe", "lo que tienes que hacer es ...", "no lo encierra", "olvate eso", "intenta no pensar en eso "... Todas las emociones tienen una función adaptativa; si no las escuchamos, se guardan y volver a aparecer con más fuerza cuando necesiten volver a salir. Y sí, muchas veces en momentos inconvenientes. Por ejemplo, la tristeza nos está diciendo que necesitamos parar, necesitamos quedarnos con nosotros mismos y por eso usted no siente ganas de salir y estar con la gente. La alegría, sin embargo, nos está animando a salir y socializar. El asco nos está alertando de posibles peligros para nuestro organismo, el miedo nos mantiene alertas y nos protege.
Si aprendemos a escucharlas ya no huir de ellas, podemos entender lo que nos están alertando. Así, al prestar atención en ellas, tal vez conoceremos una parte de nosotros oculta hasta entonces, o necesidades que aún no hemos satisfecho.
¿Qué sucede cuando medimos las emociones?
Todas las emociones, en determinadas cantidades, son adecuadas y funcionales,
el problema vendrá cuando alcancen límites que no son tolerables para la persona o impidan continuar su camino. Esto sucede con nosotros cuando las ignoramos, intentamos minimizarlas o pasar superficialmente sobre ellas. Como dijimos anteriormente, las emociones tienen voz, entonces, ¿qué pasa cuando medicamos emociones funcionales? Desligamos su voz, las silenciamos, pero lo que no conseguimos es acabar con lo que ellas quieren decir. Si aprendemos a escucharlas conseguiremos saber lo que nos están diciendo, van a cumplir su función y dar lugar a las otras emociones.
La fuga de las emociones involucra medicar, silenciar o contener con el único propósito de que pasen rápido y estemos siempre felices y contentos, viviendo la vida y aprovechando. Esto es muy peligroso, ya que nos "obliga" a usar máscaras. Nosotros los utilizamos porque nosotros somos presionados, muchas veces por nosotros mismos, a reflexionar en nuestros rostros emociones muy diferentes de las verdaderas.
Detener y oír, cerrar los ojos y escuchar, dar lo que nuestras emociones necesitan, sorprendernos con nosotros mismos, tener unos minutos de soledad como sugiere la tristeza o, de la misma forma, evaluar las opciones para lanzarnos en el vacío enfrentando el vacío el miedo. Pero nosotros no sabremos nada de eso si, cuando las voces aparecen, las callamos con un ansiolítico o un antidepresivo. A menos que surjan en una explosión que amenace sobre nosotros, lo aconsejable es escucharlas para que no ganen más fuerza y no vuelvan fortalecidas después. Esta voz será incontrolable para nosotros, así que necesitaremos ayuda externa.
Aprender a escuchar las emociones
Vivir en armonía implica abrir nuestros sentidos, ya que vivimos en sociedad y nos adaptamos como seres sociales que somos. Pero antes de seres sociales, somos seres completos, por eso necesitamos una estructura personal bien formada y estable que encaje en un ambiente externo. Así, las emociones son parte de nosotros, pero ellas no son "nosotros" , vienen y van, algunas se quedan por más tiempo y otras apenas nos acompañan en determinados momentos. Por bien o por mal, las emociones no son eternas. De hecho, esta brevedad está en su definición; de lo contrario, hablaríamos de un estado emocional y no de una emoción.
Ocasionalmente,
sería bueno preguntarse cómo nos sentimos. ¿Qué emoción puede estar me acompañando en este momento? Esto nos ayudará a entender lo que sucede con nosotros y conectarnos con las propias emociones. Si usted no huye de ellas conseguirá crear un equilibrio en el cual podrá construir el bienestar. Este equilibrio, a su vez, se apoyará en la idea de que ninguna emoción es perjudicial (en sí y por sí sola), su voz sólo dice algo sobre lo que sucede en nuestro interior.