Dentro del espectro de las emociones, la ira es la más explosiva de ellas, comparada al fuego, y puede causar efectos similares de daño y destrucción si sus llamas no se controlan a tiempo. Afortunadamente, es posible hacer mucho para apagar este fuego antes de que sea demasiado tarde.
Crónica de un incendio
Como cualquier otra emoción, la ira cumple una función de supervivencia y, por lo tanto, no es mala ni buena; la llave está en cómo la conducimos. En este caso, la ira surge ante una situación que entendemos como amenazadora, como por ejemplo un conductor que atravesa nuestro frente imprudentemente, provocando un accidente. Este acontecimiento, que pone en peligro nuestra integridad, hace que nuestro organismo se prepare instintivamente para los dos posibles escenarios: luchar o huir, dependiendo de cuán grande sea la amenaza. Hasta este punto, estamos hablando de reacciones automáticas.
Siguiendo con la analogía del incendio, sería como la chispa inicial que puede generar el fuego, dependiendo de la existencia de sustancias combustibles que lo alimente. En nuestro caso, el combustible son los pensamientos, y es en este momento crítico que tenemos el poder de alimentar o apagar el incendio.
Bomberos emocionales
Considerando que los instintos desempeñan un papel inicial de preservación de la especie, entra en escena lo que nos distingue como humanos: nuestros pensamientos y nuestros valores. Retomemos el ejemplo del accidente de tránsito para ilustrar el proceso y veamos lo que podemos hacer:
• Reconocer las señales:El primer paso es aprender a detectar los cambios físicos que acompañan la ira, así como los eventos que tienden a irritarnos para así poder cogerlos a tiempo. De esta manera, el conductor del ejemplo puede experimentar aceleración del pulso y de la respiración, tensión muscular, rigidez de la cara y sensación de calor. Una vez que haya identificado estos cambios, el conductor irritado podrá comenzar a respirar profundamente para calmarse, ya que la respiración es la única función fisiológica que podemos controlar a voluntad y, al regular la respiración, se genera una bio-retroalimentación que tiene un efecto calmante sobre nuestras emociones.•
Conscientizar los pensamientos: Esto es crucial, pues si nuestro conductor dirigiera pensamientos peyorativos contra el otro conductor como "¡Qué animal!", "Es un idiota", "me va a pagar", etc., sólo estaría poniendo más leña en la hoguera y ocasionando un problema mayor . En cambio, si nuestro amigo decide, una vez pasado el choque inicial, tratar de entender que el otro conductor puede estar distraído porque tiene problemas personales y que simplemente fue un descuido momentáneo, eligiendo sabiamente pensamientos positivos y valores como la compasión, la intensidad del amor el fuego bajaría y el acontecimiento no tomaría mayores proporciones.•
El desenlace: Dependiendo de cómo nuestro conductor decidiera usar su libre albedrío, los resultados serían opuestos. Si tomara el camino incendiario, podría involucrarse en una pelea con el otro conductor, además de sufrir los efectos devastadores que la ira tiene sobre nuestro sistema cardiovascular, pudiendo hasta tener un infarto. Por otro lado, si colocaba la "ropa de bombero" podría ganar un nuevo amigo que podría ayudarle en el futuro; pero lo más importante es esa sensación de haber vencido la propia tendencia destructiva y haber apostado en la paz .... ¡Eso no tiene precio!