Era una vez una princesa que se salvó sola. Una princesa anónima, una princesa de las que camina todos los días en las calles y no tiene miedo del sol o del viento. De las que tropiezan, pero que también se levantan. De las que coleccionan miedos, pero también victorias y secretos interesantes. Nadie habla de su valor, no es necesario porque ella lo lleva escrito en el corazón. Ella no necesitó un príncipe valeroso porque, en vez de acurrucarse en un rincón de su celda, se atrevió a observar al dragón por la ventana y encontrar sus puntos débiles.
Porque ella estudió química y supo fabricar solo un antídoto para el veneno, un antídoto rápido y eficaz, que actuó antes de que ella quedara paralizada. En ese cuento, no hubo príncipes ni besos porque el coraje nació del interior de la princesa, no de la inspiración de otros, y la valentía se alimentó del hacer, no de esperar. Hablamos de una princesa que camina por la vida de ojos abiertos ... Una princesa que se salvó sola
Ella se salvó sola porque tuvo padres que entendieron que dentro de ella había un enorme potencial.
Así, no dudaron en alimentar sus sueños, aunque ella viste poco rosa y rojo, aunque cuando pequeña no soñaba con pasear con bebés de plástico o pintar y alisar el cabello de las muñecas. En realidad, no la presionaron porque ellos nunca sintieron que esa diferencia fuera algo de lo que sienten falta.
Ella se salvó sola porque no era ingenua y sospechosa de la "abuela" cuando la vio acostada en la cama. Así, el lobo no tuvo ninguna oportunidad para comer a la niña: fue ella quien tomó la escopeta y disparó la bala. Fue ella quien colocó las esposas y llevó al lobo detenido a la comisaría de los cuentos. Así, uno a uno, ella fue arrestando a todos los personajes malvados que se sometían a los príncipes.
Una princesa que necesitó a los demás Ella necesitó de otras personas, naturalmente. Sin embargo, nunca de un príncipe que interpretaba el mismo papel que los trovadores perpetuan en aquellos cuentos aparentemente inocentes.
Ella necesitó de personas a su alrededor, simples mortales y con innumerables defectos, que la apoyaron.
Que dieron opciones de cómo hacer o que incluso a veces la indicaron la mejor opción. Pero nunca necesitó que alguien hiciera por ella. Sin embargo, si alguna vez lo hicieron, no dudó en agradecer y hasta en devolver el favor.Porque la princesa, la que se salvó sola, entendía que vivimos en un mundo en el que funciona, y se espera, la reciprocidad. Pero esa reciprocidad no siempre tenía que ser pagada con besos y amor. Por otra parte, ella podía también ser quien era pagada con besos y amor. Podría salvar porque ella era muy buena en eso. Ella lo hacía todos los días cuando llegaba al hospital, colocaba su jaleco blanco y encaraba las enfermedades que habitan los cuerpos de las personas. Mientras no paraba de pensar en un mundo en el que ningún hombre la mirara con desprecio o ninguna mujer la menospreciara por ser mujer, como ella. Cuando en la ecuación de lo puedo o no puedo entrar muchas variables, como el cansancio o los recursos que poseía, pero no la variable del sexo.
Una princesa orgullosa de ser como era La princesa que se salvó sola y estaba orgullosa de su sensibilidad.Algunas partes de su cuerpo habría hecho de otra manera, pero no dejaba de pensar que su nariz o su oído fueran un don fantástico: la hacían única y, además, funcionaban tan perfectamente bien que la permitían oler o escuchar el golpe del corazón de las personas. Ella había aprendido a amarlas con el paso del tiempo ya gustarle todo lo que era traído por lo que no encajaba con lo que ella quisiera que fuera.
Una vez ella leyó un mensaje grabado en una piedra que decía ser
un ejercicio de inteligencia amar lo que no se puede cambiar,
y guardó esa idea para siempre en su mente. Así como guardó un mensaje que estaba en la estación de metro por la que pasaba todos los días antes de ir a trabajar: "hay vida antes de la muerte". Desde entonces, la adoptó como suya, sin que en su corazón habitara la idea de que su comportamiento fuera extraordinario. Ella simplemente pensaba que lo que hacía era una consecuencia y estaba al alcance de las capacidades que poseía. Fue así que aquella princesa, frágil en la apariencia, se salvó a sí misma.
Foto cortesía de Shara Limone.