Por donde comenzar esta historia, mi historia, la historia de la muchacha de las pulseras en la muñeca.Cómo explicar que yo tenía todo y perdí sin saber cómo.Cómo hacer que entienda que lo que sucedió no fue culpa mía, que fue una cuestión de todo o nada, de querer ser amada y evitar el vacío que siento todos los días.
Porque sí, yo tenía todo, pero algo llamado trastorno de personalidad limítrofe hizo que perdiera poco a poco y pasara a ser la niña de las pulseras en la muñeca.
Tal vez usted no sea capaz de entenderme, la mayoría no puede. Es muy difícil colocarse en el lugar del otro cuando el otro no se comporta, no siente o no piensa como la mayoría de las personas. Pero hoy voy a contar un secreto, aunque no pensemos o actuamos como tú, no significa que no tengamos sentimientos.
Ahora le pido que lea, que me escuche e intente ponerse en mi lugar. Quiero contar mi historia, aunque no sepa cuándo comienza ni se llegó a su final. Deseo que conozca lo que alguien siente como tiene una enfermedad mental que nadie entiende, obteniendo a cambio todo lo que intentaba evitar: la soledad y el rechazo.
Entre usted y yo existe solamente un diagnóstico de diferencia, pero esta etiqueta sirve para deshumanizarse y hacer creer que usted es mejor que yo.Compartir
La historia de la muchacha de las pulseras en la muñeca
Como dije, no sé exactamente cuando todo comenzó, aunque creyó que pudo haber sido en el cambio de ciudad al comenzar la universidad. Nunca había estado sola en un lugar nuevo, siempre había vivido en el mismo lugar con las mismas personas. Eso me causaba una gran ansiedad, porque la idea de no encajar, de estar sola, me aterrorizó cada vez más. Por eso y desde el principio, me propuse a ser la legal del grupo de la universidad. Esto implicaba estar magra y siempre perfecta, o en eso creía. Comencé a vomitar cuando pensaba que comía demasiado. Incluso saltaba las comidas o buscaba no comer delante de las personas. Además,
bebía mucho, hasta perder el control , porque pensaba que así me aceptarían mejor y me libraría de la timidez.Y entonces apareció.
El muchacho de la sonrisa perfecta. El niño de mis sueños. Y el objetivo de toda mi existencia se basaba en él amarme como yo lo amaba. No importa si ya tuviera una novia, no importaba que no se interesara por mí. Yo lo quería y haría cualquier cosa para que él me quisiera también. Pensaba, bueno, no pensaba, estaba convencida de que nadie, jamás, podría dar a él lo que yo daría. Averigué donde vivía y empecé a dejar cartas de amor en el correo. Creaba películas en mi cabeza en las que éramos los dos protagonistas de una hermosa historia de amor, y con el paso del tiempo acabé creyendo que eran realidad. Traté de convencer al resto del mundo que su novia era mala, para que terminara de una vez. Me quedé tan obsesionada que se convirtió en mi mundo, pero un mundo que no existía y eso crecía un vacío en mi interior. Las pulseras que cubren mis vergüenzas
Perdí el control hasta de mis sentimientos.
Todo se ha convertido en blanco o negro, en amarme o odiarme, en aquellos "o está conmigo o está contra mí". Porque yo era la dueña de los extremos de la realidad y me negaba a ver los puntos intermedios. Me convertí en una perforación de sentimientos, sólo amaba con la mayor intensidad o odiaba con todas mis fuerzas. Pero dentro de ese agujero estaba el ojo de la tormenta, un ojo que mostraba el vacío que se hacía cada vez mayor en mi interior.
Este vacío que cada vez se hacía más fuerte maquiaba mi realidad de tal manera que era toda emoción en mi exterior, pero no sentía nada. Entonces, buscando dejar atrás ese vacío, buscando sentir, empecé a cortar las muñecas.
Y fue en ese momento que me convertí en la niña de las pulseras en la muñeca, porque esas pulseras eran las únicas que tapaban lo que yo no quería mostrar. Pero las pulseras no curan todo, sólo escondían lo que no quería mostrar. Esconden la parte de mí que no control. Esa parte por la cual soy el motivo de risa de aquellos que me conocen, porque para ellos soy la loca exagerada. Y yo ... yo ... sólo quiero encajar y sentir algo bueno, así que me animé a pedir ayuda. Sé que va a ser un camino largo, muy largo, pero ahora existe esperanza. Gracias al tratamiento que sigo con mi psicóloga clínica y una medicación prescrita por el psiquiatra, voy siendo un poco más yo, mi yo anterior. Fui valiente y busqué ayuda, por eso cuento mi historia. Si usted se siente de la misma manera o conoce a alguien como yo, no se reía sin saber; por detrás de lo que ves, existe un ser humano que se siente perdido y que puede, como yo, esconder debajo de las pulseras lo que le causa dolor y, al mismo tiempo, vergüenza.