Ansiedad excesiva causa falta de aire, inquietud, palpitación. Síntomas cada vez más frecuentes en los consultorios psicológicos y médicos.
La mayoría de las personas que sienten intensamente estos síntomas buscan la emergencia médica en la búsqueda de una respuesta a la pregunta: ¿Qué está pasando conmigo?". Sólo que a pesar de los síntomas físicos, no siempre esa respuesta se presenta en los exámenes de salud.
La ansiedad y el estrés tienen la función positiva de poner nuestro cuerpo en estado de alerta para enfrentar o huir de una situación amenazadora. Sin embargo, hoy en día vivimos constantemente en la expectativa de que algo malo puede suceder y, por eso, surge la necesidad de tener precaución siempre.Esto quiere decir que ponemos nuestro mecanismo biológico de alerta en acción todo el tiempo, independientemente de que una amenaza real esté ocurriendo. El resultado es
un número cada vez mayor de personas que no logran desconectar, relajarse, dormir adecuadamente y se sienten agotadas la mayor parte del tiempo. ¿Qué nos lleva a ese estado de ansiedad?
Son varios los factores externos e internos que, asociados, pueden llevarnos a una condición de desequilibrio.
Un factor que contribuye a ese estado de alerta constante es la cantidad de información que consumimos diariamente .Estamos siempre leyendo noticias y textos rápidos, ya sea en las redes sociales, en la televisión, en las revistas, etc. Muchas de esas informaciones nos pasan situaciones problemáticas y el mensaje de cuánto necesitamos estar alertas para no ser asaltados, para evitar accidentes con nosotros y con quienes amamos, para garantizar el empleo y la promoción deseada, etc. Por supuesto, la información puede ayudarnos, pero
absorber todos estos mensajes sin cuestionar refuerza la idea de que necesitamos estar alertas y en el control todo el tiempo para garantizar nuestra seguridad y el éxito en lo que deseamos. Además, algunos aspectos psicológicos pueden reforzar el comportamiento de que es fundamental estar siempre alerta, por lo que es importante pensar en cómo fuimos aprendiendo a lidiar con las amenazas durante la vida. Desde pequeños pasamos por situaciones desafiantes, y si repetidamente nos sentíamos desprotegidos por nuestros padres o cuidadores, eso nos marcó y contribuyó a formar una idea inconsciente de que necesitamos mantenerse alertas constantemente para garantizar nuestra seguridad y la seguridad de las personas que amamos.
Sin duda estos comportamientos ya nos han ayudado en muchas situaciones, y es por eso que los internalizamos tan fuertemente, pero es importante hacer la pregunta: y hoy? ¿Eso me ayuda de hecho o me molesta? Estas creencias cristalizadas a lo largo de la vida acaban dejándonos inseguros y dando la falsa idea de que si controlamos todo podemos finalmente garantizar la tranquilidad y descansar. Lo que sucede, sin embargo, es que la mente se acaba programando no para lo que puede funcionar, sino exclusivamente para todo lo que puede ir mal, con el objetivo de prepararnos para las posibles dificultades. Calculamos todo: "¿Y si el tránsito está mal y me retraso para la reunión?" "¿Y si no puedo hablar nada en mi presentación?" "¿Y si el avión no despegar?".
Son tantas las posibilidades negativas que nos conectamos sólo con los problemas, y nuestro cuerpo reacciona en un intento de alertarnos y ayudarnos a equilibrar mejor los pensamientos y sentimientos. ¿Cómo manejar esto? Hay varios caminos para tratar mejor con la ansiedad y las situaciones de estrés ,y todas pasan por el autoconocimiento . Saber lo que dispara el estrés en nosotros es parte de la solución. La psicoterapia asociada a actividades de relajación y meditación es un gran camino.Además, hay que deconstruir algunas ideas cristalizadas en nosotros, cómo aprender a confiar en la vida y aceptar que ella va a seguir su curso, sea que estemos en control total o no.
Esto quiere decir que es fundamental hacer nuestra parte, pero que no es garantía plena del éxito, otros factores pueden interferir nuestros planes y cambiar el curso de la vida.
Es importante pensar al respecto, aceptar y percibir si hay algo que aprender de eso.Otro cambio importante es volver la mirada hacia lo que también funciona, y muchas veces de una forma inesperada, reconociendo los pequeños gestos que ocurren diariamente. Una gentileza de un desconocido, una llamada de un amigo lejano, un elogio, pequeñas cosas que pueden hacer nuestro día más agradable. Reconocer que lo cotidiano también tiene su lado bueno, hace la vida más ligera y nos ayuda a confiar y descansar un poco de nuestras angustias, renovando la fe y nuestro bienestar.