Aunque suene la cliché, la filosofía de botequim, no puede huir a la constatación de que la bondad es la puerta de entrada de incontables decepciones. Porque el mundo actual se vale de la distorsionada esperiencia como válvula de éxito, o sea, muchos usan de esa inteligencia con mala fe, justamente en relación a aquellos que confían en ellos, aquellos que ingenuamente juzgan el corazón de todo el mundo de acuerdo con el propio . Y, por persona buena, no se relaciona aquí a alguien bueno, sino a una persona con ojos limpios y generosos, con manos que se extienden, con oídos atentos y corazón leve.
Se trata de aquel tipo de persona que no se niega a ayudar , que comparte conocimiento, que divide riquezas del alma, sin apego emocional. Se desprenden de sí mismas, porque sólo se sienten humanas cuando son parte de un todo.Son aquellos amigos que nunca demuestran desinterés por nosotros, los compañeros de trabajo que no son capaces de guardar para sí algún tipo de conocimiento, los familiares que se acuerdan de nosotros mismos del otro lado del mundo.
Personas buenas, gratas, sensibles, con suficiente empatía para salir de sus mundos y abrazar el mundo de cualquier persona que necesite algo. Desafortunadamente, quien posee una esencia por demás bondados inevitablemente será víctima del mal uso de sus ofrendas por parte de aquellos que sólo piensan en aprovecharse, en maldecir, en tirar de alfombras, pasando por muchas situaciones difíciles en las que tendrá que confrontar el bien que posee con el mal que rodea su vida, nuestra vida, la vida de quien sea. Triste, pero inevitable,
la dulzura de la amabilidad siempre encontrará la contrariedad férrea del odio amargo de los infelices. Personas bondadas suelen creer en lo mejor de cada uno, pintando la vida con los colores leves de la humildad y la acogida, deseando la felicidad ajena, pues quieren que todos sean tan felices como ellos mismos se sienten. Y, a lo largo del recorrido, se encontrar con el peor del ser humano, con la mentira, con la envidia, con la mezquindad, con el mal humor y la maldad de aquellos que jamás serán capaces de sonreír con gratitud.
Aún así, seguirán sonriendo, caminando tranquilamente, a despertar con el propósito de ser y de hacer gente feliz, porque así es como su alma se vuelve cada vez más rica y agraciada con las bendiciones que sólo quien es alegre de verdad está listo para recibir. Todos los días.