¿Alguna vez has caído en la trampa del mesías?

Si el nivel de participación de una persona que se dispone en una actitud de empatía con la otra es excesiva (sea por intensidad o por frecuencia), corre el riesgo de lo que algunos autores llaman 'trampa del mesías': amar y ayudar a los demás, olvidarse de amar y ayudarse a sí mismo.

La trampa del mesías se alimenta de personas que se envuelven excesivamente con el sufrimiento ajeno, siguiendo el lema: "si yo no lo hace, nadie va a hacer". En ese sentido, si sólo tomamos en consideración los puntos de vista, deseos y emociones de los demás, la convivencia va a ser desigual.

A partir de ese punto de vista, no se puede confundir el acto de colocarnos en el lugar del otro con instalarnos en el lugar del otro. De alguna manera, ese viaje de empatía es necesario para entender al otro. Pero también puede ser realmente peligroso cuando nos quedamos atrapados en los demás.Las personas que están convencidas de que las necesidades de los demás siempre tienen preferencia sobre sus propias dejan que los demás condicionen sus acciones, descuidándose de sí mismas. El problema es que esta falta de cuidado no puede ser suplida por el cuidado que los demás ofrecen, o la persona va a necesitar que los demás ofrezcan un cuidado mucho mayor para no percibir la carencia. Algo que, por otro lado, pocas veces sucede.

No necesitamos tanto la ayuda de los demás como necesitamos la confianza en esa ayuda.

CompartirOlvidarte de ti mismo para cuidar de los demás

Para las personas que cayeron en la trampa del mesías, cuidar se transforma en su manera de ofrecer amor.

Nadie impone que ellas necesitan cuidar de los demás. Ellas suelen darse muy bien con personas que buscan cuidado o que necesitan ser cuidadas, entrando repetidas veces en relaciones personales desequilibradas y alimentando dependencias. En ese momento en que nuestra vida comienza a ser la última cosa de que cuidamos, por estar siempre pendientes de la vida de los demás,acabamos enfrentando situaciones de verdadero conflicto interior, sentimientos de confusión, sufrimiento constante y, en algunos casos, incluso, los estados de depresión por no poder manejar todo.

Para no entrar en estos estados emocionales negativos, es bueno recordar que las necesidades de los demás, en primera instancia, tienen que ser atendidas por ellos mismos, y aunque no hay nada mal en ayudar si está en nuestras manos, son ellos en última instancia, que necesitan hacer eso y es sobre ellos que debe caer esa responsabilidad. Además, si queremos ofrecer una ayuda verdadera, es fundamental cuidar de nosotros mismos, de lo contrario no contar con suficiente fuerza para ser realmente útiles.Cada vez que nos olvidamos de nosotros, dejamos de hacer algo que queremos para hacer algo que otros quieren. Estamos avivando sentimientos de culpa o sufrimiento. ¿Qué nos impulsa a estar siempre pendientes de las necesidades de las personas a nuestro alrededor? Amor, miedo al rechazo, necesidad de reafirmarse o de ser reconocido, sentimiento de culpa?Intentar estar bien con todo el mundo

, poner las ideas de los demás delante de las nuestras, realizar favores que no queremos hacer y que, incluso, tenemos una buena razón para no hacer, nunca pedir ayuda a los demás para no molestar, y cuidar de otras personas, pero no de nosotros mismos, son comportamientos que se manifiestan cuando cuidamos de los demás por miedo, por sentimientos de culpa o por la necesidad de reconocimiento. Es en esos momentos que caímos en la "trampa del mesías", pudiendo sufrir daños considerables en esa caída. Enseñanza budista sobre la trampa del mesías Un monje, imbuido de la doctrina budista del amor y de la compasión por todos los seres, encontró en su peregrinar una leona herida y hambrienta, tan débil que no conseguía ni moverse. A su alrededor, leoncitos recién nacidos gemían tratando de extraer una gota de leche de sus pezones secos. El monje comprendió perfectamente el dolor, el desamparo y la impotencia de la leona. No sólo por ella, sino principalmente por sus cachorros. Entonces,

se acostó al lado de ella, ofreciéndose para ser devorado y, así, salvar la vida de la madre y de los cachorros.

La historia budista muestra con claridad el riesgo de la implicación excesiva en el sufrimiento ajeno en las relaciones interpersonales.Un riesgo visible en esa gran carga que cargan a las personas que pocas veces miran dentro de sí y oyen sus propias peticiones de ayuda. Entregues, pero no heridas, dispuestas a dar todo el amor ya no quedarse con nada para ellas mismas, hasta que ese propio vacío acaba poco a poco con ellas, sin que sepan identificar muy bien lo que las hace sufrir.

"Ayude a sus semejantes a cargar sus pesos, pero no se considere obligado a cargar por ellos."

-Pitágoras-