La amabilidad es un valor en el que muchos seguimos creyendo. Es el lenguaje del respeto y de la consideración, es el cojín que amortigua las sorpresas de la vida y el presente que ofrecemos a través de las miradas, de las palabras, y con los pequeños gestos del día a día. Ser amable no cuesta nada y abre muchas puertas.
Lao Tse solía decir en sus textos que las palabras amables crean confianza , que los pensamientos nobles traen bondad, y que los actos marcados por el respeto tejen un vínculo indestructible. Sin embargo, en muchos de nuestros escenarios no percibimos este valor tan arraigado o tan presente como nos gustaría."Sea amable, cada persona está trabando una batalla de la que usted no tiene ni idea."
-Platón-
Los especialistas en liderazgo y en psicología organizacional, por ejemplo, saben bien que la amabilidad o el altruismo no son conceptos que combinan mucho con las otras dimensiones que parecen garantizar que una empresa esté bien posicionada en el mercado. La competencia, el poder, la influencia o la innovación están por encima de esta fraternidad poco útil donde reconocer al otro implicaría perder status, tiempo y eficacia. Por otro lado, y según explica Félix Losada, director de Marketing y Relaciones Institucionales y autor del libro "Protocolo Inteligente", si somos actualmente menos amables es debido a un hecho muy concreto.
La cortesía social evoluciona, y en nuestro caso lo hizo con base en un contexto marcado por la prisa, el estrés y el consumismo,
donde la persona está más enfocada en sus propios universos egoístas que en acechar hacia sus planetas vecinos. Si queremos erigir nuevamente la bandera de la amabilidad, necesitamos comenzar por cambios internos adecuados.Compartir
¿Estamos viviendo en la era de la antipatía?En nuestro presente,
no faltan personas que creen que ser amable es perder tiempo
o correr el riesgo de ser vistos como frágiles o interesados. En el ámbito empresarial, por ejemplo, el compañero que siempre es solicitado, amable y accesible es visto con desconfianza. Porque lo más probable, porque no, es que sea un "escalador", que busca con su comportamiento ascender cargos y ganar una posición de liderazgo en la empresa. La amabilidad, a su vez, tampoco es una dimensión útil en los ámbitos de dirección empresarial. Por más que nos "vendan" la idea de que los directores de ahora son capacitados en Inteligencia Emocional y en afinadas dinámicas de grupos, lo único que buscan es que los funcionarios cumplan los objetivos, y que la organización sea competitiva en un mercado siempre mutante y opresivo. Vivimos en la cultura de lo que hago lo suficiente para lo que me pagan.
En este mundo marcado por el "YO" y el "AHORA" apenas queda tiempo para mirarse en los ojos, para un "buen día, cómo va?" O para un "usted necesita algo?" ... Ya no es posible si sentarse frente a frente, más allá de los horarios y de las presiones para cultivar relaciones más positivas y poder crear así un clima de entendimiento y colaboración en el cual todos saldremos ganando.
En esta era de la antipatía y del inmediatismo, la amabilidad se traduce en pérdida de tiempo , en un 8% menos de beneficios en la empresa o en correr el riesgo de perder una cosa importante en nuestras redes sociales si apagar el celular mientras estamos con un amigo o novio.De verdad, ¿vale la pena?
Incluso en épocas de crisis existe esperanza en la amabilidadLa amabilidad es un regalo que vale la pena incluso que no sea comprendida
, aunque no recibamos ninguna gratitud a cambio. De alguna manera, y aunque parezca contradictorio, estaremos invirtiendo también en nosotros mismos, en sentirnos mejor y en desarrollar la proximidad empática que tanto favorece nuestro crecimiento personal y emocional.
"Sea amable con todos, sociable con muchos, íntimo con pocos, amigo de uno y enemigo de nadie."
-Benjamin Franklin-Por otro lado, aunque muchos filósofos apuntan que el concepto de amabilidad social está caducando, todavía queda esperanza .
Somos muy conscientes de que este mundo moderno nos conduce a ser individualistas y competitivos, y que el estrés y el nerviosismo hacen que de vez en cuando coloquemos lo peor de nosotros mismos. Pero ... es en eso que deseamos transformarnos de verdad? En las personas incapaces de luchar por una convivencia más amable?
Pensemos también en las generaciones del futuro y en el territorio inhóspito que podemos dejar como legado para nuestros niños si no iniciamos cambios.
Necesitamos ganar conciencia y transformarnos en agentes activos de ese cambio de actitud y enfoque. No podemos olvidar que cuando un bebé llega al mundo, está "programado" para conectarse con los demás. De hecho, hasta los 7 o 8 años de edad el niño es altruista y colaborativo por naturaleza. Después de esta etapa, empiezan a enfocar mucho más en sí mismos ya desarrollar comportamientos basados en la competitividad. Si invertimos tiempo en ellas para educarlas en el valor de la amabilidad desde temprano, estaremos plantando la semilla de un futuro más noble
, más empático. Debemos iniciarlos en la cortesía verbal y gestual mientras nosotros mismos rehabilitamos también el concepto de amabilidad en nuestro día a día. Necesitamos recuperar los códigos de ciudadanía, levantar los rostros de las pantallas de nuestros celulares para atender unos a otros a través de la mirada, donde surgen las verdaderas notificaciones, las que aparecen del alma y del corazón. Comencemos hoy mismo a fruncir menos la frente, ya poner freno a nuestra prisa y degustar la vida en pequeños bocados mientras presentamos sonrisas, mientras dedicamos más tiempo a las personas que amamos. Porque ser bueno es gratis
, y crea si quiere, cae muy bien.