No haga esto, no se estrene, no amargue su existencia, porquenada de lo que usted haga estará bueno para muchas personas. Pero, ¿qué importa?Dejar de preocuparse por lo que no vale la pena es ganar en términos de salud mental y es, por encima de todo, poner un fin a estos pensamientos rumiantes que roban nuestra energía y tranquilidad.
Tenemos que admitir:esa entrega constante en relación a los demás es casi un acto de reflejo en muchos de nosotros.Es como un tendón psíquico que durante mucho tiempo cumplió una función muy concreta en el ser humano: lograr ser aceptado por el grupo. Porque quien piensa diferente o actúa mediante un egoísmo sano, a veces acaba aislado del gran rebaño de ovejas blancas. Y eso puede ser traumático para muchas personas. "La autoestima no es tan vil pecado como la desestima de sí mismo."
-William Shakespeare- Sin embargo, por más irónico que parezca, lo que recibimos al entregarnos de forma constante y absoluta a los demás es, en verdad, una autoestima reducida y deseos ahogados. Porque
así como existen complacientes absolutos, también hay muchos predadores sin escrúpulos . Los especímenes preparados casi instintivamente para sacar provecho de esas personas para las cuales la palabra "NO" no existe o está prohibida en la conciencia.Cree o no,
la necesidad de ajustarnos casi a todo instante a las expectativas ajenas es también una forma de autoagresión.Poco a poco entramos en una dinámica compleja donde descubrimos que estamos siendo manipulados, que decir "sí" ya es un acto de reflejo difícil de controlar. La frustración causa rabia, la rabia causa desconsolo, y el desconsolo causa una depresión nerviosa.Nada es tan desolador como descubrir que somos nuestro propio enemigo, sólo porque no nos atrevemos a practicar el egoísmo sano.
Proponemos que usted reflexione sobre eso.Lo que usted haga no estará bien a los ojos de muchos
Caer en la obsesión de cumplir cada expectativa de nuestro compañero, familia o jefe acaba con nuestra fuerza mental.
Nos quedamos con pocos recursos emocionales y psicológicos, e incluso desarrollamos un tipo de anemia existencial donde el tejido de nuestra autoestima es seriamente afectado. El más complejo de todo esto es que
este sacrificio de vida no siempre es recompensado.No todo el mundo entiende de reciprocidad ni aprecia nuestro esfuerzo, pero aún así continuamos invirtiendo en ellos. Además, esa dedicación mental no conoce días festivos o descansos al final de la jornada.La sobrecarga psíquica en la que deriva la persona complaciente se intensifica aún más con los pensamientos obsesivos y con una miscelánea de diálogos internos dominados por la idea de que
"si no lo hace es posible que ..." ,"tengo que hacer eso muy bien porque si no es perfecto, puede ser que ... " .Tenemos que tener en mente un aspecto esencial. Este estrés continuo, basado en que cada vez asumimos más exigencias de lo que podemos soportar, acaba muchas veces en el ciclo de la depresión. Albert Ellis, famoso psicoterapeuta cognitivo, nos recuerda que ese sufrimiento vital no se debe sólo a esas personas que nos demandan, que nos exigen perfección y favores envenenados.
Somos nosotros, con nuestras creencias irracionales, que intensificamos aún más un sufrimiento que podría ser evitado. Una de esas creencias irracionales es pensar que la aprobación ajena nos valida como personas. Es posible que nos hayan hecho creer en ello desde niños. Sin embargo,
crecer, madurar y evolucionar es acercarse un poco más de sí mismopara descubrir que la única persona que nunca debemos decepcionar somos nosotros mismos.Así que cuanto más temprano entendemos que, a veces, lo que hacemos no será bueno para muchos, mejor. Conseguiremos ir a la cama con una conciencia tranquila, sin peso alguno, sin ansiedades.
Es un modo sensacional de invertir en calidad de vida. Lo que hagas, que te haga feliz
No importa que no tengas un talento especial para contar chistes. Ni que usted se haya negado a seguir aquella carrera que sus padres soñaron. También no importa que sus mejores amigos puedan ser contactos en los dedos de una mano o que cuando usted se ríe, lo haga de forma escandalosa.
Nada importa mientras usted es USTED en toda su esencia, USTED en cada palabra dicha, en cada acto realizado. "Usted merece lo mejor de lo mejor, usted es una de las pocas personas que en este mísero mundo siguen siendo honestas consigo mismas, y eso es lo que realmente importa". Cuando una persona tiene el coraje de dejar de lado la complacencia, emerge ese ser auténtico, pleno y maravilloso que todos llevamos allá dentro.Y quien no quiera que gire la espalda. A quien no le gusta que vaya al camino opuesto.
Porque mientras haya respeto, va a haber convivencia. Sin embargo, como dijimos anteriormente, el primer paso es respetarnos a nosotros mismos. Vamos a explicar cómo puede lograr esto.
Cómo dejar de ser una persona complacienteUna persona complaciente es uno de los seres más amores que pueden existir. Los demás lo saben, y muchas veces se aprovechan de ella. Es exactamente lo que nos enseñan en el libro "Egoísmo sano: cómo cuidar de sí mismo sin sentirse culpable" de Richard y Rachel Heller, donde, además, describen el agotamiento mental y también físico al que suele llevar este tipo de perfil conductual.El primer paso para dejar de alimentar esta abnegación hacia los demás es reencontrarnos.
Hay personas que llevan tanto tiempo ayudando, cuidando y agradando a los demás que se olvidaron completamente de cuáles eran sus pasiones, sus deseos. Lo que los identificaba. El segundo paso, una vez que hayamos tomado conciencia de nuestros intereses y deseos, es comenzar a practicar el egoísmo sano. Para eso,
recuerde la siguiente regla: se atreve a decir "SI" sin miedo y "NO" sin culpa.
Al principio va a ser difícil. Los actos de reflejo no desaparecen así, de la nada. Sin embargo, tenga en mente este simple consejo:deje pasar algunos minutos entre el pedido de quien está demandando y su respuesta, y haga que ésta te haga feliz.Este será el momento en que usted ha dejado de ser un complaciente.