Gracias y adiós son dos de las palabras más difíciles de pronunciar. La gratitud es una acción que implica cuatro tipos de comportamientos a su alrededor. Hay aquellos que quieren agradecer, pero no saben (o tienen vergüenza), o aquellos que agradecen a la fuerza únicamente por norma social. Pero por otro lado encontramos personas que no saben, ni quieren, o directamente a los que no son conscientes de que deben hacerlo.
Del otro lado tenemos el adiós. Aquel que duele decir. Aquel del cual somos conscientes y verbalizamos que algo terminó para no volver más. Algunas despedidas nos arrancan lágrimas y envuelven el estómago. Aquellos momentos en que muchos son secuestrados por el silencio y son incapaces de pronunciar unas pocas letras. Podemos imaginar cuán difícil es preparar un mensaje que utilice estas dos palabras juntas. La verdad es que, por complicado que sea, algunas situaciones lo piden.
Gracias, pero ...
Hay elementos que nos hacen mal y lo sabemos. Nosotros los mantenemos en nuestra vida incluso sabiendo que no nos convienen. Vicios en personas, sentimientos, objetos o comportamientos son comunes en nuestro día a día. Conocidos, amigos o hasta nosotros mismos caímos en redes de elementos perjudiciales que nos atrapan. Cuanto más tiempo dedicar a esta situación, más dependencia adquirimos y más ceguera adoptamos. Es duro pensar que podemos agradecer por algo que nos perjudica. Es un pensamiento ambivalente.
"Si usted no puede encontrar en su situación algún aspecto por el cual agradecer, entonces foque en los buenos días que te esperan y agradezca por adelantado".
-Nick Vujicic-
El agradecimiento viene de la satisfacción que la situación o persona nos provoca de forma inmediata. Él es guiado, muchas veces, por la ansiedad. Sin embargo, eso nos quita la libertad de elección y nos roba personalidad.
¿Cuántas personas parecen otras ante la presencia del elemento que buscan? Durante mucho tiempo no somos conscientes del problema. Podemos golpear la cabeza contra la misma pared varias veces, y pueden advertir de diferentes maneras. La fijación por encontrar un amor, la necesidad de ser aprobado constantemente por un jefe que nos desprecia o la voluntad de pertenecer a un grupo no nos beneficia en el desarrollo personal cuando la satisfacción de esta necesidad nos hace dependientes de una única fuente.
Adiós para no volver
Hay despedidas que son muy duras, y la dureza de las mismas en pocas ocasiones tiene que ver con el hecho de lo que decimos adiós hacernos bien o no. Sea una obsesión, una persona o un objeto, despedirse y no mirar hacia atrás exige motivación y coraje. Sin embargo, es posible aprender a decir adiós. Para ello, es necesario saber tolerar las emociones negativas y aceptar los sentimientos de tristeza como regalos y, al mismo tiempo, pasajeros. "Te digo adiós para toda la vida, aunque continúe toda la vida pensando en ti". Por otro lado,
no siempre somos conscientes de lo que viene después.
El período de adaptación puede ser más largo y complicado de lo que pensábamos al principio. La duda o el camino para la recaída están presentes, y hay que estar preparado para ello. Para evitarlos es recomendable no dejar despedidas a la mitad. Decir lo que se piensa realmente y expresar las emociones de una forma asertiva es el primer paso para seguir adelante en las nuevas circunstancias.
Las palabras de despedida Cuando tenemos que alejarnos de algo que, además de mal, también nos hace algún bien, lo ideal es trazar un plan de despedida. Podemos hacerlo a través de la escritura, de manera que la desorientación desordenada de emociones y pensamientos pueda encontrar un sentido útil en la decisión que tomamos. A través de las palabras escritas podemos establecer un orden de ideas que nos sirva de referencia cuando nos sentimos confusos.
"Las despedidas siempre duelen, aunque hayan sido ansiadas por mucho tiempo".
-Arthur Schnitzler- Escribir una carta es una de las opciones. Un título: "Gracias, pero adiós." Papel y lápiz. A partir de ahí, comenzar la despedida por el "gracias" es importante. Todo lo que hace que permanezca preso a una persona, cosa, relación o actividad tiene su por qué. Nadie quiere estar en un lugar de sufrimiento.
Hay mil motivos como el miedo al cambio, la gratificación momentánea o la sensación de estar cómodamente en una situación en la que se conoce la rutina. Pero después tenemos que hablar del adiós.
Es importante expresar las consecuencias negativas derivadas de seguir en este estado.
Hablar de la dificultad del proceso de adaptación, pero también del momento de esperanza de cambio que se presenta y, lo más importante, de tener la oportunidad de elegir seguir adelante sin esta compañía, de la que hoy nos despedimos.