A veces lo que acaba no es el amor, es la paciencia. Sí, la voluntad de seguir colocando leña en una hoguera que no proporciona calor, en una mirada que no abraza, en brazos que no alcanzan. Finalmente cansamos de insistir, la voluntad se desvanece, las esperanzas se diluyen y quedan sólo las brasas de esa dignidad que recogemos a los pedazos, conscientes de que ese ya no es nuestro lugar.
Es curioso cómo algunas personas, al buscar un profesional que pueda ayudarlas a lidiar de la mejor manera con el proceso de luto por una separación, no dudan en decir al psicólogo algo como "me ayude a no gustar más de (a) (mi) ex, me ayude a olvidarlo (a)". Probablemente muchos terapeutas querrían tener esa receta mágica, esa técnica fabulosa con la que se podría apagar cualquier resquicio de un amor que duele, de un recuerdo melancólico que turbia los días y prolonga las noches. "Al principio, todos los pensamientos pertenecen al amor. Después, todo el amor pertenece a los pensamientos. "
-Albert Einstein-
Sin embargo, el buen profesional sabe que el duelo es un sufrimiento útil
, que es un proceso lento pero progresivo que permite a la persona adquirir nuevas estrategias de crecimiento y recursos para mejorar la forma en que maneja sus emociones. Los bálsamos del olvido serían, por lo tanto, un recurso estéril y poco útil, donde se haría adormecer un aprendizaje vital, un tipo de viaje interno en el que se podría recuperar la iniciativa y la voluntad de amar de nuevo. Porque, después de todo, nadie deja de amar de un día para el otro.
Lo que podemos lograr es parar de insistir en algo que hace mucho tiempo dejó de valer la pena, de valer la vida.Los dos lutos en las separaciones Hay quien no tenga dudas en hacer de nuevo y de nuevo: insistir en recibir un poco más de atención, insistir en hacer que los pensamientos, las decisiones, los miedos, las alegrías y las complicidades sean divididas , insistir en hacer que el tiempo vivido entre los dos tenga sabor de felicidad, y no de dudas, sabor de deseo verdadero, y no de frialdad, de excusas, de miradas evitadas ... En verdad,todos nosotros ya fuimos alguna vez ese alguien que insiste.
Cuando se comprende por fin que es mejor dejar de insistir, sucede el primer duelo, el comienzo de una dolorosa realidad que nos hace abrir los ojos hacia la evidencia. Sin embargo, también nos obligará a pasar por una serie de etapas, todas ellas esenciales para esclarecer la realidad de ese vínculo afectivo y dar por finalizada una relación antes de que se transforme en un calvario de sufrimientos inútiles.
Las etapas de este primer luto son las siguientes: Desorientación y entorpecimiento de la sensibilidad:
hace referencia a aquellas situaciones en las que no terminamos de comprender por completo el porqué de ciertas reacciones, de la distancia, de la frialdad emocional de nuestro compañero o de nuestra compañera o del porqué de sus mentiras. Deseo. En esta segunda fase, es común que se siga insistiendo y que, a su vez, aparezcan las típicas distorsiones o ilusiones, como
"si lo hizo es porque está muy estresado ahora, porque está ocupado, cansado ...", si yo es un poco más cariñoso tal vez me ame un poco más, tal vez me importe conmigo ... "
- . La aceptación es la última fase de ese primer luto
- , un momento esencial en el que se deja de insistir ante las claras evidencias. Alimentar la esperanza es un obstáculo, nosotros sabemos, es un modo de envenenar a nosotros mismos lenta y severamente sin sentido ni lógica y, por lo tanto, hay que alejarse ... Este será el momento en que se inicia una fase mucho más compleja: el, según luto. Dejé de insistir y me distancié, pero aún te amo: el segundo luto. Cuando damos, finalmente, el adiós definitivo y se establece a distancia, damos lugar al segundo luto. Frente a lo irremediable, frente al que duele, frente al que afrenta nuestra dignidad y mata nuestra autoestima, la opción más inteligente es la distancia, lo sabemos ... Sin embargo, nunca será posible la distancia sin el olvido."Es tan corto el amor y tan largo el olvido."
- -Pablo Neruda-Sabemos que el simple reconocimiento de que "todo terminó y no hay nada más que hacer" nos libera de las salas de espera y de los terrenos estériles, pero ...
¿Qué hacer con ese sentimiento incrustado en nuestro interior como un demonio insistente? El segundo luto es más complejo que el primero porque si es difícil descubrir que no somos amados, más complicado aún es preciso curar las heridas, sobrevivir y transformarnos.
Por lo tanto, sabiendo de eso, es necesario dar forma a un luto afectivo que se ajuste a nuestras necesidades, en el cual la mente y el cuerpo puedan llorar, procesar, asimilar la ausencia del ser amado y aceptar a la fuerza - ya la contragestión - la nueva situación sin rencores, sin rabia ni resentimiento. De la misma manera,
también es un momento ideal para "insistir" en nosotros mismos. Es el momento para ser terco, alimentarnos con esperanzas, nutrirse con nuevas expectativas, aunque, en un primer momento, no podamos absorber. Este segundo luto exige insistir y persistir en el propio ser, moldeando los recuerdos y las ansiedades, encontrando esa frecuencia perfecta, en la cual la nostalgia y la dignidad encuentran su armonía para permitirnos seguir adelante y de cabeza erguida.