Nuestra manera de pensar determina el estado de ánimo y nuestras emociones. Si pensamos que estamos bien, así es como nos sentiremos. No son las cosas que suceden que nos hacen sentir mejor o peor: lo que decidirá cómo nos sentiremos es la interpretación interior que hacemos sobre los acontecimientos. Muchas personas reaccionan de manera diferente ante el mismo acontecimiento. Por ejemplo, vamos a imaginar que alguien tiene una corriente con un colgante, que tiene gran valor sentimental. Es un regalo de alguien muy querido, de quien quiere siempre recordar.
Un día aparece un ladrón, armado con un cuchillo, da un golpe en el ojo de la persona y roba su preciosa corriente. En el caso de que el asalto hubiera ocurrido con tres personas diferentes, y describir las diferentes maneras de reaccionar a la situación:
Primera persona: 100% negativa
Sólo se concentra en el negativo, continúa removiendo la tragedia que es tener su objeto de enorme un valor sentimental robado, además de quedarse reclamando por estar dolorida debido al golpe en el ojo.
Sus pensamientos son 100% negativos, no ve absolutamente nada bueno en lo que sucedió, además de pensar que si hubiera pasado por otra calle, o si hubiera ido a otro lugar, nada habría ocurrido. Resultado?
Con pensamientos negativos, sus emociones también serán increíblemente negativas, pudiendo sentir exceso de dolor, impotencia, ataques de ansiedad, etc. Segunda persona: 60% negativa y 40% positiva
Este segundo ejemplo también es de una persona negativa. Es claro que si ocurre algo mal con nosotros, pensaremos negativamente. Pero a diferencia del caso anterior,
además de negatividad, hay también una parte tranquilizadora y positiva, y eso equilibra un poco las emociones y disminuye la sensación de malestar. Esta persona piensa que, aunque haya perdido algo de valor ya pesar de sentir dolor debido al golpe, podría haber sido mucho peor si la hubieran golpeado más. Al menos su estado de salud no está afectado y siente un poco de alivio por su cuenta.
Supe entender la situación de una manera no tan catastrófica como la primera. Lógicamente se sentirá mal, pero será más pasajero que el primer caso. La manera de pensar cambia las cosas. Todos nos preguntamos alguna vez, "¿Cómo tal persona aguanta los problemas que tiene? ¡Qué fuerza! ". En realidad, lo que estas personas tienen para enfrentarse a las adversidades de la vida es una forma de ver las cosas desde una perspectiva optimista y esperanzadora, creyendo en el futuro. Se agarran a las pequeñas cosas de la vida, a sus necesidades básicas. Tercera persona: espíritu libre que se aferra a la vida
Este caso es de alguien con el espíritu positivo, que siempre da valor a la vida como base de las cosas. De manera suprema, tiene alrededor del 70% de pensamientos positivos y sólo el 30% de los negativos. Se siente triste por haber perdido su pertenencia, siente el dolor del golpe, pero siente también alegría por estar viva. Es del tipo de persona que acepta que las cosas malas pasan rápido y cree que sacó la gran suerte por el ladrón sólo haberle dado un puñetazo.
Ahí está ella, dolorida, tirada en el suelo, pero aliviada por estar viva. Estas personas se olvidan de la negatividad y se agarran a la vida con uñas y dientes. Lo que más aprecian en sus pensamientos es la alegría de seguir viva, y por eso sus emociones serán mucho mejores que las de los casos anteriores.
Dependiendo de nuestra manera de pensar, los acontecimientos nos afectarán en exceso, moderadamente, o absolutamente nada.
Todos los acontecimientos tienen muchas matrices, es bueno aprender que las cosas no son blancas o negras, hay mucho entre un extremo y otro.
Hay problemas con los cuales nadie es capaz de mantenerse positivo; muchas veces, esas teorías son difíciles de aplicar, pero siempre hay una luz dentro de cualquier negatividad, siempre hay algo que podamos agarrar para mejorar las cosas. Todo está en nuestra mente, tenemos el control de la situación.
Busque siempre el lado tranquilizador y positivo de las cosas. Aunque no sea fácil, practique. Vale la pena ganar calidad en las emociones, y sólo nosotros tenemos el poder de manipularlas con reflexión y perseverancia. Créditos de la imagen: Scott Maxwell y Yanning Van de Wouwer