Hay tres cosas que no se debe romper: la confianza, una promesa y un corazón. Si pensamos bien, pocas dimensiones son tan valiosas en la vida. Gracias a ellas conseguimos avanzar por nuestro camino con más facilidad y seguridad al sentirnos parte de un proyecto, parte de alguien. Son esos pilares que, cuando desmoronan, nos dejan más vulnerables que nunca ...
Algo que los psicólogos sociales e incluso los sociólogos frecuentemente comentan es que en la actualidad son muchas las personas que se relacionan con las otras con base en lo que conocemos como modelo de mitigación de riesgos. Es decir, hay quien evite profundizarse mucho en sus relaciones personales y afectivas con el objetivo de no ser herido, de no experimentar decepciones, frustraciones y algún otro desengaño. "Es imposible vivir sin confiar en nadie. Es como estar preso en la peor de las celdas: en sí mismo " -Graham Greene-
Esa" economía "de energía emocional, esa contención afectiva proporciona vínculos de baja calidad humana, relaciones reciclables que van y vienen o que se mantienen en un estado de frívola superficialidad. Con eso, está claro que se disminuye el riesgo de ser herido en algún momento al construir los lazos más inofensivos con sabor de sustituto de la felicidad. Sin embargo,
vale la pena de verdad vivir en esa gélida antessala en la que no se permite que nada auténtico germine o suceda?
Un aspecto que no podemos perder de vista es el hecho de que cada uno de nosotros está genéticamente "programado" para confiar en los demás. Es algo que necesitamos, y necesitamos con todas nuestras fuerzas porque en cierto modo nuestra supervivencia siempre ha dependido de cada uno de esos individuos que constituyen nuestro grupo social más cercano.
Nadie gana si vive constantemente desconfiado de los demás. Se gana a través de recursos, energía e intenciones, siendo emocionalmente valerosos, movilizando la apertura, la actitud positiva y teniendo conciencia de que hay tres aspectos que no deben ser violados ni quebrados: la confianza, las promesas y los corazones. Cosas que no se deben romper, cosas que valen mucho más que el dinero
La reparación de la confianza perdida es uno de los esfuerzos más complejos, delicados y desafiantes que el ser humano puede vivir. Cuando somos niños, nos enseñan que hay ciertas cosas que no debemos romper porque cuestan dinero, porque tienen muchos años y son insustituibles o, simplemente, porque lo que se estropea, se rompe o se parte por la mitad ya no puede ser utilizado nuevamente . Rara vez nos enseñan que hay otras cosas que, a pesar de que no podemos ver ni tocar, se rompen con más frecuencia. Y más,
existen dimensiones invisibles que se fragmentan como huesos de nuestro cuerpo
y que, curiosamente, demoran mucho más para ser sanadas. Hablamos de la confianza, de las promesas, del respeto y del afecto que está en el corazón de las personas que amamos. A veces, la mirada infantil aprende desde temprano a descuidar estos regalos valiosos porque sus propios padres los descuidan. Porque alimentar a los niños con promesas que más tarde no se cumplen deja marcas.
Porque crecer sin contar en ningún momento con una confianza real de los propios progenitores deja una marca permanente. Paralelamente, cuando las personas que amamos parten nuestro corazón de las formas más elementales, como, por ejemplo, la falta de atención, delinea nuestro estilo de comportamiento y de relación en gran parte de los casos. Las cosas que usted no debe romper son las del corazón y del afecto sincero. Esas que, aunque no son vistas, son insustituibles.
Compartir Estas cosas que no se deben romper le permiten invertir en su propio bienestar. En la actualidad, hay muchos aspectos sobre nuestro cerebro que aún no entendemos. Uno de ellos es la variabilidad que existe a la hora de enfrentar un trauma. Hay quien desarrolla un estado de vulnerabilidad permanente, un tipo de estrés crónico en el que raramente se consigue construir vínculos fuertes y felices con otras personas. Otras, en cambio, aplican una actitud hacia la vida que nos sitúa en ese nivel de humanidad, de excelencia emocional, con el cual todos deberíamos aprender. Hay quien, en el pasado, se ha visto a sí mismo perdido a la deriva en compañía de sus pedazos destrozados. Hoy en día, y aún fragmentado, sabe que sólo el que ofrece la más valiente confianza a los demás es alguien digno de confiar.
Son esas personas que nunca se olvidan de sus promesas, que las mantienen incluso en los vientos y tempestades porque saben cómo las traiciones duelen.Estas personalidades resilientes y, al mismo tiempo, iluminadas son también quienes entienden la preciosidad de un corazón. Pero también no se olvidan de cómo es frágil a veces, como es temeroso cuando los afectos no son firmes, cuando es alimentado con mentiras, dudas, manipulaciones y traiciones camufladas.
Estas cosas que no se deben romper son, por lo tanto, las mismas que le van a permitir tener una vida con más sentido y dignidad.
Porque quien da merece recibir, porque quien habla el lenguaje de la confianza comprende el sentido de las promesas y sabe escuchar el sonido de los corazones ajenos sin hacer daño. Así, es merecedor de los mismos derechos, de los mismos regalos. Los que contribuyen a la construcción de una realidad más respetuosa y, sobre todo, feliz.