Vivimos en una sociedad competitiva, donde algunas características y realizaciones personales son enaltecidas, mientras que otras son olvidadas, desvalorizadas, desmerecidas. Entre las mujeres esta práctica es muy común, teniendo en cuenta que el papel de la mujer en la familia y en la sociedad ha cambiado mucho en los últimos tiempos, dejando de ser madre, esposa y ama de casa, para ejercer estos y muchos otros papeles. La mujer entró en el mercado de trabajo, estudió, se especializó, abrió nuevos horizontes nunca antes imaginados.Este cambio ha causado algunas adversidades a la mujer en la actualidad, pues,
a pesar de haber salido de casa para conquistar territorios antes dominados por hombres, seguimos siendo las generadoras de vida , esposas, madres, amas de casa, teniendo el papel primordial dentro del hogar.Además de trabajar fuera y cuidar de la casa, hay muchas actividades que nos atraen, el mundo ha evolucionado, la tecnología está presente en todo, y no podemos quedar alienadas en relación a esto. Las preocupaciones por la salud, con la apariencia física, con el estatus social, con el éxito personal y profesional, han ocupado todo nuestro tiempo, dejándonos frustradas por no poder dar cuenta de todo lo que quisiéramos hacer.
Quien no consigue el trabajo de los sueños, y por algún motivo realiza alguna actividad considerada sin valor ante la sociedad, muchas veces termina por sentirse inferior. Las mujeres que no logran entrar o mantenerse en el mercado de trabajo, por cuenta del desempleo, para cuidar de los hijos, o por no ser calificadas, acaban poniendo el éxito en el trabajo como requisito previo de su valor personal, buscando de esta forma un ideal de vida inalcanzable, que causa frustración, baja autoestima, desánimo, llegando a producir las enfermedades / trastornos mentales y emocionales comunes en los días actuales, impidiendo la autorrealización. El trabajo es realmente muy importante y nos realiza socialmente, nos da sentido de utilidad, de capacidad, nos trae autoafirmación. Sin embargo, hemos vivido una ambigüedad entre la función de trabajadora formal y los papeles de madre / esposa, que, a pesar de no ser tan valorados socialmente, todavía son sentidos como importantes por nosotros. Entonces, aquellas que tienen un trabajo formal se resienten por no poder dedicar más tiempo al cuidado de los hijos, del hogar, mientras que las que se quedan en casa se sienten incompletas por no sentirse realizadas profesionalmente.
Esta ambigüedad nos hace entrar en una búsqueda frenética por la perfección, ser la mejor profesional, la mejor madre, estar conectada, cuidar de la apariencia, estar actualizada, en fin, ser buena en todo, ser una supermuler. Y cuando no alcanzamos acabamos enfermando, vivimos de apariencia, preocupadas por lo que la sociedad piensa y no con que realmente deseamos para nosotros mismos, no paramos para oír y percibir lo que realmente es útil, lo que realmente es necesario, lo que realmente es necesario, es una prioridad.Dejamos ocupaciones de lado en detrimento de otras,
no dedicamos tiempo para nosotros mismos, para la familia, para el marido.
Nos importamos más con cosas sustituibles, pues tenemos que conquistar el mundo en el trabajo, ser la mejor funcionaria, la mejor profesional, olvidando nuestro pequeño mundo, las cosas insustituibles, que nos traerían profundo dolor si se les sustituye, pero no damos el debido valor . Afortunadamente todavía da tiempo de cambiar, repensar nuestras prioridades, empezando por mirarnos a nosotros mismos, darnos atención, analizar el nivel de felicidad que tenemos, ver lo que debería ser cambiado y empezar a actuar en este sentido. Vamos a dar más atención a lo que tenemos en casa, conversar con los padres, con los hijos y sobrinos, dedicar tiempo de calidad a ellos, al esposo, a las amigas de verdad, a las personas que están a nuestro lado cuando no estamos bien.
No podemos sacrificar prioridades por cosas importantes, lo que es importante en un momento puede no ser en otro, pero existen bienes insustituibles, y debemos saber diferenciar. Somos influyentes, podemos con nuestra sabiduría, gentileza y sensibilidad hacer nuestro mundo mejor!