El que sufrió una pérdida muy cercana sabe de lo que estamos hablando. El luto patológico es como una espiral de dolor que crece en el interior haciendo cada vez más difícil respirar y vivir. Es el aire que falta diariamente, es el consuelo que no existe, es la falta de esperanza que cubre nuestro presente. El luto, esa fase completamente normal en la que todos nos sumergimos cuando acabamos de perder a alguien (o algo importante en nuestras vidas), es un momento doloroso para quien lo vive. Pero cuando éste se prende a la persona, cuando no tiene fin y cuando impide vivir en paz, estamos hablando de un estado diferente. Este salto cualitativo en el proceso lleva al llamado luto patológico.
Es un tipo de sin descanso emocional.
Una tortura encarnada en la rutina, en el sentir ... en el propio cuerpo. Pero, ¿cómo es posible distinguir uno del otro? Es muy importante alertar para estas diferencias porque condicionan la forma de trabajar el duelo. Además, ya sea a nivel profesional o por una relación que uno mismo tenga con su propio duelo, la forma de trabajar también cambiará en función de estar viviendo un estado u otro. El luto patológico aparece cuando el dolor es contenida o negada
Hay muchas personas para las cuales el dolor es un tipo de arena movediza de la que quieren salir, pero mientras se mueven o esperan se sienten que cada día que pasa en el calendario quedan más atrapadas. Muchas veces la causa de esta sensación es el hecho de que
no aprendieron a relacionarse con su propio dolor. No cumplieron ese aprendizaje porque no admitían que ese dolor existía. De hecho, muchas personas que quedan atrapadas en un luto patológico jamás admitieron ese dolor, por más evidentes que fueran los síntomas. En ese sentido, existe un pensamiento en el seno de la sociedad que es una prisión para este dolor: "Sentir dolor es para cobardes, hay que ser valiente, como me enseñaron desde muy temprano".
Esta creencia silencia el duelo y lo reduce a la intimidad, el lugar donde esta bomba causa más restos y aflicciones. Este tipo de mecanismo de pensamiento no ayuda a recorrer el camino del duelo. Sólo el empeoramiento. Lo hace arraigado. Tantas personas niegan su luto
, se colocan como figuras indestructibles en sus familias y tragan cualquier manifestación de "vulnerabilidad". Porque "ahora no es hora de estar triste", "él nunca habría deseado eso".Estos pensamientos no hacen nada más que atrapar al proceso vivido, un duelo patológico. Lo niegan y lo encapsulan. Lo juegan bajo la alfombra o lo lanzan en el baúl de los "objetos olvidados - siempre recordados". Cuanto más esfuerzo hago para sofocar algo e impedir que salga a la superficie, más aumentaré lo que estoy encubriendo
, dándole al mismo tiempo el control de cómo se manifiesta. Llegará un punto en que lo que la persona hizo para evitar el dolor será inútil, y ella saldrá como la lava de un volcán que estaba esperando entrar en erupción. Nuestro cuerpo es sabio y expresará ese dolor aunque la mente quiera distraerlo. Si existe una "fuerza" en nuestro cuerpo que reprimimos, con total certeza tendrá que salir por el otro lado.Muchas veces estas personas desarrollan síntomas somáticos. Lo que no sale en forma de relato verbal, saldrá de forma corporal y conductual. No podemos engañar a nuestro ser. Somos cuerpo y mente. Nuestro cuerpo y nuestra mente están íntimamente ligados, de modo que las causas tienen efectos en ambos lugares.
Otras veces el duelo se complica cuando sobrepasa barreras de tiempo.
Cuando pasan los años y el sufrimiento permanece estanco e inmóvil. Cuando no perdió intensidad, ni fue revertido en un aprendizaje de vida. Intensifican los "síntomas" normales del duelo. Pueden desarrollar trastornos depresivos, cuadros de ansiedad y una desadaptación a nivel conductual que impidan un funcionamiento normal en la vida de una persona. Desarrollan síntomas que pueden conducir a otros problemas asociados. En estos casos será necesario intervenir cuanto antes para no agregar más sufrimiento al que ya existe.
La terapia ayudará a dar nuevos significados a esta experiencia tan dolorosa. Es muy importante no negar las emociones que sentimos, pero también es importante poder trabajar con ellas cuando éstas nos superan a punto de parecer imposible seguir existiendo. La terapia ayudará a trabajar esa pérdida que ha sido arraigada, ya que cada persona es un mundo, con una riqueza totalmente única y diferente de los demás. Siempre habrá orientaciones que nos ayuden a hacer más fácil el día a día cuando estamos en esta situación. En este sentido, es importante contar con alguien para compartir su dolor.
Alguien con quien poder construir poco a poco nuevos significados sobre esta experiencia. Una experiencia dolorosa, pero llena de sabiduría sobre la propia existencia.
No dude en pedir ayuda cuando necesite y no reprima sus verdaderas emociones por cómo usted oyó que "debería" reaccionar. Cada uno reacciona como su cuerpo le dice.
Escuche su cuerpo y déle la oportunidad para curarse o para, simplemente, no enfermar.
Reprimir las emociones puede terminar dejándolo enfermo.