La fábula de la oveja negra es una historia escrita por Italo Calvino. Así como muchos de sus maravillosos cuentos, éste también está lleno de imaginación. Es una historia que incluye un mensaje profundo y desconcertante, que no deja a nadie indiferente.
La fábula de la oveja negra cuenta que en un rincón remoto de la Tierra había un pueblo donde todos, absolutamente todos, eran ladrones. Cada uno de los habitantes salga por la noche. Se llevaba una linterna y una llave falsa que servía para robar cerraduras. Con esos instrumentos, saqueaba la casa del vecino.
Al día siguiente, cada uno volvía a su casa. Y la encontraba vacía, por supuesto. Nada de eso era anormal para los habitantes de ese pueblo. Después de todo, todos sabían que vivían con ladrones y no podían esperar que los demás no los robaran. Sin embargo, ese lejano poblado vivía en completa paz y armonía. Era una corriente. Todos robaban todos y, así, nadie se quedaba sin posesiones. De la misma manera, en el comercio se compraba y se vendía por medio de golpes. Tanto quien compraba como quien vendía se engañaba mutuamente. Al mismo tiempo, el gobierno sólo sabía engañar a los súbditos. Estos, a su vez, engañaban al Estado todo el tiempo. Los habitantes se sentían felices de vivir en aquel lugar. "El secreto de la vida es la honestidad y el trato justo. Si usted puede fingir esto, usted ha conseguido ". En la fábula de la oveja negra, hay un punto en el que una cosa se rompe con la normalidad establecida. En ese caso, quien empieza a alterar la situación establecida en el pueblo es un hombre honesto.
Él llegó repentinamente en aquel pueblo y, en vez de salir para robar por la noche, se quedó en casa, leyendo un libro y fumando pipa. Los ladrones llegaron cerca de su casa, pero como vieron la luz accedieron decidieron no acercarse. Algunos de los habitantes comenzaron a pasar hambre. Si no podían robar, la corriente se rompía y alguien se quedaba sin bienes. Así, decidieron conversar con el hombre honesto y pedir que él reconsiderara su actitud. Él estaba perjudicando a todo el mundo.
Si no quería robar, no tenía ningún problema. Pero necesitaba dejar que los demás robaran.
El hombre honesto entendió la situación. Y a partir de entonces, todas las noches él salía de casa e iba hasta el río. Dejaba la casa libre para que los demás se sintieran confiados para entrar y robar. Sin embargo, él no quiso ser ladrón. Por eso, en menos de una semana su casa quedó completamente vacía.
La ruptura del equilibrio
Según la fábula de la oveja negra, la actitud del hombre honesto empezó a deshacer todo el equilibrio de aquel pueblo. Como él se negaba a robar, siempre había algún habitante que quedaba con la casa intacta al día siguiente. Entonces, algunas personas empezaron a acumular más de lo que necesitaban. Al mismo tiempo, quien iba a robar la casa del hombre honesto la encontraba vacía. Así, no podía comer de nuevo hasta la noche siguiente, cuando podía robar otra casa. De esta manera, comenzaron a existir ricos y pobres
. Algunos acumulaban, mientras que otros siempre estaban en el perjuicio. Rápidamente
los que habían acumulado muchos bienes decidieron que ya no querían ser robados. Pero tampoco querían dejar de robar porque podían quedar pobres. Así, decidieron pagar a quien no tenía nada para que no los robaran. Y entonces comenzaron los contratos, con salarios y bonificaciones para que todo quedara muy claro.
El final de la fábula de la oveja negra
Con los cambios, mucha gente se ha confundido. Ellas no sabían más qué hacer. Para recordar de cuáles eran sus papeles, se crearon las cadenas y la profesión de policía. Así, quien había acumulado muchos bienes tampoco dejaría sus bienes en peligro.
A pesar de todo esto, el robo no desapareció. Todos continuaron robando, pero ahora las reglas del juego eran otras. Algunas personas no trabajaban y pagaban otras que para que robaran. Pero los ricos no podían ser robados, de lo contrario el infractor era llevado a la cárcel.
Nadie entendió por qué las cosas habían cambiado tanto. Pero tuvieron que adaptarse porque tenían que vivir de algo. ¿Y qué pasó con el hombre honesto? Simple: murió de hambre. Fue la única persona que se negó a robar y también a la única que nadie logró entender. Y así termina la fábula de la oveja negra. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.